sábado, 31 de octubre de 2009

Entrega en el café Drechsler

No God, no Heaven, no Earth in the void world, the wide, grey, lampless, deep, unpeopled world (1).
(Schelley)

El otoño empezaba a envolver Viena con un celofán impalpable que olía a té con limón y a lavanda. Alguna gente había sacado ya del ropero la parka o el abrigo Loden, por si el viento alpino bajaba sin aviso a las calles con su escalofrío olvidado.
En el número 22 de la Linke Wienzeide está el café Drechsler, uno de los mil -sin contar los bares y las pastelerías- que constelan Viena, antaño epicentro del imperio de los Habsburgos, la romántica ciudad del Prater, los bosques, los valses, Francisco José (2), Sisi, la película El tercer hombre y la cítara mágica de Anton Karas, que a pesar del éxito de su bella y obsesionante melodía no salió de pobre.
La capital de Austria, como todo el país, tiene algo de decorado de teatro, lo cual quizás proceda de la afición local a la ópera.
Un personaje de la novela Sedal para espías, de Len Deighton (3), dice que los extranjeros se ríen de los austríacos porque encuentran ridículo su traje nacional, incomprensible el alemán que hablan, su comida indigesta y su burocracia abominable.
En cualquier caso, el paisaje y el clima son un poco extremados, lo cual no va en detrimento de la belleza, ni de la traza histórica de la ciudad.
El café Drechsler está emplazado junto a un bar sushi, frente a un estacionamiento de bicicletas y a un tiro de piedra de un abigarrado y pintoresco mercado –hay 26 repartidos por toda el área céntrica-: el Naschmark, situado entre la Karlsplatz (Plaza de San Carlos) y la estación de metro Kettenbrückengasse. Muchos de sus trabajadores son clientes del Drechsler, que abre 23 horas al día.
Fundado por la familia Engelbert Drechsler en 1919, fue remodelado en 2007 por Conran & Partners, que le imprimieron un aspecto jugendstil, o modernista, con un toque del minimalismo de Mies van der Rohe: el estilo de la reducción, tan en boga últimamente. El alma mater del local es Manfred Stellmajer, socio gerente.
El Drechsler tiene una larga barra y varios salones, comunicados entre sí. Al fondo de uno de ellos hay un espejo rectangular adosado a una pared pintada de beige. Arriba, sobre el muro, se lee Frankfurter mit Senfund Gebäck, algo así como salchichas de Frankfurt con mostaza, en pan: lo que en España se llaman perros calientes, en los Estados Unidos hot dogs y panchos en algunos países de la América de habla española.
Del techo, en parte abovedado, penden varias lámparas de cristal en forma de globo. Hay un hilera de divanes rojos unidos y, sobre ellos, paneles de color gris con el logo del café (CD) en el respaldo. Los clásicos veladores de mármol. Sillas de respaldo alto –en Buenos Aires hay un restaurante, Cuatro Cardinal (CD), que tiene las mismas sillas-. Todas las tazas llevan una leyenda alrededor: Café Drechsler. La casa no escatima la publicidad.


(1) Ni Dios, ni Cielo, ni Tierra en un mundo amplio, gris, profundo, oscuro y desolado.
(2) Francisco José I de Austria (1848-1916) fue uno de los más desdichados monarcas de la historia. Su reinado de 68 años se vio comprometido por luchas con Prusia, Turquía, Rusia y la Primera Guerra Mundial. Su esposa, Elisabetta Von Wittelbasch -la Sisí que encarnó en varias películas de los años 50 la actriz austríaca, nacionalizada francesa, Romy Schneider-, fue asesinada a los 60 años en Ginebra de una puñalada que le asestó el anarquista italiano Luigi Lucheni con un lima de carpintero. El único hijo de Francisco José, el príncipe Rodolfo, mató a su amante de un tiro de revólver y se suicidó acto seguido del mismo modo en su pabellón de caza de Mayerling. Maximiliano, hermano de Francisco José, nombrado emperador de México, murió en Querétaro fusilado por el indio Juárez. Su mujer, Carlota Amalia de Bélgica, hija del rey Leopoldo II de Bélgica se volvió loca en Roma a los 27 años. Murió a los 87 cerca de Bruselas. Benito Juárez fue un hombre inquieto y polivalente que pasó del seminario a la judicatura, de ésta a la masonería, de ahí a la revolución y de ésta a la presidencia de México en elecciones fraguadas por la Iglesia Católica. Curiosamente fue llamado El Benemérito de las Américas. El sobrino de Francisco José, Luis II de Baviera fue arrebatado por la locura. La cuñada del emperador, la duquesa de Alençon murió en el incendio del Bazar de Caridad. Otro sobrino de Francisco José, el archiduque Francisco Fernando, fue asesinado a tiros de pistola junto con su esposa Sofía por Gavrilo Princip en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. El magnicidio adelantó la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que causó nueve millones de muertos.
(3) Escritor inglés de novelas de espionaje. Autor, entre otras obras, de la trilogía Anzuelo para espías, Sedal para espías y El Partido de Londres.


© José Luis Alvarez Fermosel

(sigue)

Alcatraz

El nombre resuena como una ráfaga de ametralladora, o poco menos. Es que la prisión de Alcatraz, en San Francisco (Estados Unidos), guarda sombríos recuerdos de gángsters, fugas dramáticas y, para matizar, la remembranza menos oscura de un recluso estudioso que se convirtió en un destacado ornitólogo. A propósito, el alcatraz es una especie de pelícano de curiosas costumbres.
Al Capone fue uno de los huéspedes más notorios de la cárcel de Alcatraz, emplazada en una roca en medio de la hermosa bahía de San Francisco.
Alcatraz es a San Francisco lo que el castillo de If, erigido frente a la bocana del puerto de Marsella, a esta ciudad francesa. El castillo fue la mazmorra en la que Alejandro Dumas encerró durante 14 años a su personaje Edmundo Dantés, convertido tiempo después en el Conde de Montecristo.
Nunca olvidaré la emoción que me produjo toparme con la mole del castillo de If, fantasmagórico entre la neblina, al entrar en el puerto de Marsella en un desvencijado carguero de bandera holandesa que venía de Túnez. Yo era joven y novelero y El Conde de Montecristo fue una de las novelas de Dumas que más me gustó.
Alcatraz mereció, naturalmente, el honor de “salir en el cine”. Es ya desde hace tiempo una atracción turística, una de las primeras que se muestran al viajero.
San Francisco tiene otras cosas que ofrecer al turismo. Es una ciudad hermosa: la ciudad de Ambrose Bierce, con sus calles en pendiente, el Golden Gate, los pintorescos tranvías, una avenida que lleva el nombre del pirata inglés Francis Drake e infinidad de restaurantes y lugares parecidos donde se come muy bien, entre ellos Vivanda Porta Via (2125 Fillmore Street, St.Frisco), cuyo cocinero, el italiano Carlo Middione prepara una pasta riquísima –como las cintas con pesto-.
No hay que olvidar que en California, y en San Francisco en particular, se dio una movida cultural y gastronómica que popularizó el vino de California y los varietales hechos con un solo tipo de uva.
Volviendo a la prisión de Alcatraz, este año se cumple el 75 aniversario de su apertura. Fue cerrada en 1963 por Robert Kennedy por falta de presupuesto para mantenerla.
La nota relacionada está llena de datos curiosos acerca de la famosa cárcel, en la que se hacían labores de ganchillo (crochet) y se jugaba al bridge.

© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

“Los misterios de Alcatraz, al descubierto”
(
http://www.ocholeguas.com/2009/10/29/otrosmundos/1256818599.html)

martes, 27 de octubre de 2009

El hermano lobo

Infinidad de mitologías, desde la escandinava a la egipcia, se han ocupado del lobo. Algunas le otorgaron un buen papel, por así decirlo. Otras, lo mismo que ciertas leyendas, mitos populares y hasta cuentos para niños lo presentaron como una alimaña cruel y dañina, como un temible predador de ganado.
El gran naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente (foto) desmitificó al lobo y lo salvó de una extinción casi segura.
Según una de las muchas leyendas existentes sobre los lobos, la Roma inmortal fue fundada por dos hermanos gemelos, Rómulo y Remo, abandonados al nacer y amamantados por una loba. La leyenda es larga y compleja, como todas las pertenecientes a la mitología, a cualquier mitología.
En el capítulo XXI de Florecillas de San Francisco se cuenta la hermosa historia del lobo de Gubbio, que mantenía aterrorizada a la población de ese pueblo de Umbría, Italia, hasta que San Francisco de Asís lo amansó, convirtiéndolo en una mascota que jamás le abandonaba. El hermano lobo protegió desde entonces a las gentes que antes lo temían.
El diario El Mundo de Madrid ha publicado un interesante trabajo -que ofrecemos a continuación- sobre los falsos mitos acerca del lobo ibérico, reivindicado por Rodríguez de la Fuente, el mejor amigo de estos animales. El tenía varios en una finca de su propiedad y convivía con ellos como si fueran perros.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“Falsos mitos y leyendas sobre el lobo ibérico”
(
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/10/23/ciencia/1256298173.html)

Gato literato

El gato se solaza con las letras, lo que no hizo nunca ningún asno.
Rubio, bien nutrido, jocundo, el gato reclinado en el libro abierto, a pie de página, podríamos decir, tiene aspecto burgués.
Nada tan opuesto a sus congéneres golfos, tan entecos, que rondan de noche por los tejados, persiguiendo a las gatas.
Este es un gato ilustrado, lo que no significa que no sea un “bon vivant”. Lo uno no excluye lo otro.
Estamos acostumbrados a que la gente de letras se muera de hambre. Es lo común. Pero también hubo escritores que comieron y bebieron de lo lindo.
Desde Ovidio hasta Chesterton, pasando por Dumas padre, Chateaubriand –que dio su nombre a un bife de lomo grueso y sangrante- y el conde de Foxá.
Siguiendo con los escritores, se ve que al minino le gustan los clásicos, porque el libro que ha escogido para recostarse tan cómodamente parece ser un viejo tomo de aventuras de caballeros de capa y espada, a lo Elías Berthet o Walter Scott.
Los gatos entienden mucho de literatura. Osvalo Soriano me contaba que cada vez que veía a su gato sentado sobre las hojas del libro que estaba escribiendo sabía que iba a ser un éxito.
Este gato de la imagen, que mira al techo con ojos sonrientes, disfruta de las letras, ya desde jovencillo. Y las letras le apoyan, le sirven de apoyo.


© José Luis Alvarez Fermosel

Más en torno a la confusión general

Calificada de “falsa pandemia”, la politizada y mediática Gripe A llega ahora al otoño europeo con bombo y platillos.
Y también a los Estados Unidos, donde está sembrando una gran confusión.
Los laboratorios hacen grandes negocios, inventándose vacunas y vendiéndolas como rosquillas, o como “donuts”.
Para mayor información, se sugiere leer la siguiente nota que publica Urgente24.

Notas relacionadas:

“USA y Alemania siguen su agenda contra la falsa pandemia (aunque ya hay un país europeo que declaró a la Gripe A como "no peligrosa")”
(
http://www.urgente24.com/index.php?id=ver&tx_ttnews[tt_news]=131115&cHash=0dfb171380)

“El pretexto de la “pandemia” de la Gripe A”

domingo, 25 de octubre de 2009

Brutalidad sexual

El escritor peruano, nacionalizado español y miembro de la Real Academia Española (RAE), Mario Vargas Llosa publica un artículo imperdible en el diario madrileño El País en el que, partiendo de hechos reales y de actualidad, explica con claridad y contundencia la diferencia entre la libertad sexual y la brutalidad sexual, condenando esta última.


Nota relacionada:

“Desafueros de la libido”
(
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Desafueros/libido/elpepiopi/20091018elpepiopi_11/Tes)

En torno a la confusión general

¿Será que no se entienden las cosas porque no nos las ponen claras?
Los medios, los audiovisuales, los gráficos, todos contribuyen con entusiasmo a la confusión general.
Salvo algunos periodistas de toda la vida –que ya van siendo mayores, y mejoraron como los buenos vinos-, y otros más jóvenes, pero que redactan de manera tal que se entiende lo que quieren decir, escribe en los diarios y revistas mucha gente ágrafa, o casi.
Cuando uno tropieza en las páginas de los periódicos con elucubraciones… “filosóficas” sobre esto, lo otro y lo de más allá, se las salta alegremente a la torera y pasa a leer los chistes, o la información sobre el fútbol, esperando que no haya errores en los resultados de los partidos.
Como uno no quiere machacar sobre hierro frío, se limitará a poner un solo ejemplo.
En estos días se informó en los diarios acerca de la puesta en vigencia –no en marcha, como se dijo- de nuevos Documentos Nacionales de Identidad (DNI).
Dejando aparte el detalle de que los medios no se pusieron de acuerdo acerca del precio de los documentos, los textos en general no se entienden.
En ocasiones queremos leer algo en un idioma que no dominamos por completo. Nos las arreglamos, con un poco de imaginación y la ayuda de un diccionario, para hacernos una idea de lo que dice el texto.
Otras veces cae en nuestras manos algo escrito en una lengua de la que no conocemos ni una palabra. Eso nos produce una cierta melancolía, al pensar en lo que nos perdemos por no haber aprendido ese lenguaje.
Pero no entender algo expresado en el habla que manejamos desde que comenzamos a balbucearla, no mucho tiempo después de haber nacido, es una verdadera tortura, tanto más insoportable cuanto que conocemos el significado de todas las palabras y no tenemos necesidad de acudir al diccionario.
Es el orden en que están dispuestas y entrelazadas, la escasez de sinónimos, la errónea conjugación de los verbos, el mal uso de las preposiciones, la abierta y rotunda contravención a las reglas sintácticas más elementales, en suma, lo que convierte el texto más sencillo en un galimatías.
Abundan los talleres literarios, en los que parece que es más el ruido que las nueces. Muchos escritores que tienen alguno reconocen que lo que se hace en ellos, esencialmente, consiste en que los alumnos se lean unos a otros sus escritos y los unos se los critiquen a los otros. Además, los talleres son para escritores en ciernes, gente que ya escribe, mejor o peor, pero que se la entiende.
¿No había lugares –colegios, escuelas y facultades de periodismo y centros docentes similares- que enseñaban a escribir inteligiblemente?


© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 23 de octubre de 2009

La luz del entendimiento

“La luz del entendimiento me hace ser muy comedido…”, decía Federico García Lorca en su poema La casada infiel, que nos revolvió las hormonas a los adolescentes españoles cuando lo leímos por primera vez, años ha.
La luz del entendimiento es ahora muy débil, ni siquiera es luz, sino apenas una llamita que tiembla y casi se apaga, poco menos que cuando uno suspira cerca de ella. Y más que comedidos, nos hace ser descomedidos.
Dijo Kant: “Todo nuestro conocimiento arranca del sentido, pasa por el entendimiento y termina en la razón”.
Chicos y grandes muestran por doquier que su nivel de entendimiento y su capacidad de expresión han dado un bajón de aquí te espero, Baldomero.
Grandes y chicos no están haciendo últimamente honor a la máxima de Kant. Esto es: no utilizan ningún sentido –ni siquiera el común- como punto de partida, el entendimiento parpadea y con respecto a la razón, les pasa lo mismo que en lo referente a la realidad: se hacen un lío.
De modo que el conocimiento, o los conocimientos tampoco son muchos, ni muy variados.
Estas afirmaciones nuestras no son gratuitas, ni carecen de fundamento. No hay más que darse una vuelta por cualquier comercio de Buenos Aires y tratar de entenderse con algunos dependientes que, no importa cual sea su edad, sexo y condición, no tienen así como precisamente un grado muy alto de entendimiento. ¡Ideal para el turismo!
Por su parte, los empleados sostienen que muchos de los compradores no saben ni siquiera explicar lo que quieren.
Generalizamos, creemos que se entiende. Hay muchas excepciones.
Otra cosa: infinidad de gente no acusa recibo de nada de lo que se le manda: correos electrónicos, mensajes de texto, llamadas dejadas en los contestadores de los teléfonos móviles, notas manuscritas entregadas en las recepciones de los edificios…
Entienden que la falta de respuesta equivale a una negativa, lo cual es una barbaridad. Tal vez no comprenden lo que se les dice, les da vergüenza reconocerlo y no responden.
En todas partes se cuecen habas. Según el último informe que conocemos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, que pondera los conocimientos de más de 400 estudiantes de 15 años en 57 naciones, España aparece al final de la lista de los países ricos, sólo por delante de Grecia, Turquía y México en comprensión de lectura.
España está un poco más abajo de la media de los países desarrollados.
Un 28 por ciento de jóvenes españoles entre los 14 y los 24 años reconoce que no lee, según el último estudio del Gremio de Editores.
El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero echa la culpa del retroceso en la educación a la deficiente formación de los padres. Tirios y troyanos echaron su cuarto a espadas en torno al asunto e inundaron los medios informativos con sus opiniones.
De todo esto hablamos en una de nuestras crónicas escritas en Madrid a finales del año 2007, e incluímos en ella una carta de la profesora de Lengua Cristina A. García, publicada en el diario ABC de Madrid.
La docente expresaba que “(…) si tan pobre es el nivel de comprensión de nuestro alumnado, ¿por qué no se insiste más en la necesidad de leer?, ¿por qué no se obliga a los chicos a que lean y hagan crítica literaria sobre aquello que han leído?”
Y concluía: "No podemos lamentarnos del bajo nivel de entendimiento y expresión de unos alumnos que a lo largo de su vida académica apenas leen dos o tres libros".
¿Será por eso? ¿Porque no se lee? ¿Porque se ve mucha televisión y se pasan muchas horas navegando por Internet, o jugando con el IPod?
El caso es que sufrimos del mal de las entendederas, o tenemos las entendederas mal. Y eso no es bueno.


© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 22 de octubre de 2009

Un saber con rigor y aventura

Sobre los comienzos de la novela policial y quienes la convirtieron después en un género injustamente despreciado por muchos escritores y críticos, Vicente Battista elaboró un documentado informe en la revista Ñ, suplemento cultural del diario Clarín de Buenos Aires. Poe, Agatha Christie, Gaboriau, Waleis y otros desfilan por las páginas de un trabajo interesante y ameno.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La potenciación de la grosería y la obscenidad

Un excelente periodista que se refiere a menudo, y con gran tino, al mundo del espectáculo, Pablo Sirvén publica en el diario La Nación de Buenos Aires un artículo tan actual, tan justificadamente crítico de esta sociedad tendente cada vez más a la idiocracia de aquella película espeluznante, que merece la máxima difusión.
Nosotros hemos machacado sobre el tema. No nos sentimos solos. Nos alegra que Sirvén coincida con nuestras críticas, poniendo magistralmente de relieve algo que está pasando en los medios audiviosuales y se ha convertido ya en insoportable para las personas bien educadas y con un mínimo de instrucción y de buen gusto. Seguimos a Sirvén desde hace años. Sabemos de su objetividad, su “savoir faire”, su honradez y su manera de hacer un periodismo veraz, objetivo y contundente.
¡Ojalá que la suya no sea una voz solitaria que clame en el desierto!


© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

(Entrelíneas)Algo huele a podrido en los deslenguados

Una vez más, Maradona es el emergente de los peores y más oscuros vicios nacionales que algunos comunicadores audiovisuales ya venían potenciando

> Ir a la nota
lanacion.com Espectáculos Domingo 18 de octubre de 2009

domingo, 18 de octubre de 2009

Simenon

En la tan alambicada, cursi y esnob “crema de la intelectualidad” argentina pasó en estos días, sin pena ni gloria, el vigésimo aniversario de la muerte de un inteligente, lúcido y agudo escritor, famoso en todo el mundo, cuyo éxito fue subrayado por guarismos cercanos a la desmesura.
Nos referimos al belga Georges Simenon, afincado en Francia y, por temporadas, en los Estados Unidos y Suiza. (Murió en Lausanne en 1989; había nacido en Lieja, Bélgica, en 1903).
Simenon en cifras. Según la UNESCO vendió más de 500 millones de ejemplares en todo el mundo, desde 1921, de sus 500 obras publicadas en 39 países, traducidas a 87 idiomas y recopiladas en 72 volúmenes desde 1989. Escribió también miles de artículos. Se filmaron 55 películas basadas en otras tantas novelas suyas, para escribir muchas de las cuales utilizó 22 seudónimos.
Se casó tres veces, tuvo cuatro hijos y vivió en Suiza en 36 casas, muchas de ellas dignas de un rey.
Por si todo esto fuera poco, hizo el amor con…¡10.000 mujeres! Entre ellas figuró la bailarina negra Josephine Baker.
Demasiado como para que fuera saludado con alegría por los currinches de cierta crítica que ya conocemos, molestos como chinches en catre de cuartel, que lo calificaron de escritor menor, con tanto más cerrilismo cuanto que fue encumbrado por su personaje Maigret, el comisario -¡no inspector!- Jules Maigret, protagonista de una saga de 76 novelas.
Autor de novelas policiales, pero no de la serie negra –Chandler, Hammet, Chase, Himes, Mosley, Harrison…-, Simenon no podía ser considerado como escritor serio.
Aunque parezca mentira, algunos miembros de la intelligentsia local todavía menosprecian el género policíaco –a pesar de haber sido cultivado por Borges y Bioy Casares y otros muchos y muy buenos escritores argentinos-.
Lo consideran un género apropiado para muchachos imaginativos, o gente mayor que se despepita por las series de televisión de detectives, forenses y abogados: un género para ser aprehendido en libros de bolsillo de tapas multicolores, que se vendan en los kioscos de diarios y revistas de los aeropuertos internacionales.
A mayor abundamiento, Georges Simenon fue un escritor de estilo sencillo y directo, de sintáxis correcta y lenguaje claro y comprensible. Tuvo una gran capacidad para escribir rápida y fácilmente, extraordinarias dotes de observación y descripción de ambientes y personas –consecuencia de su paso por el periodismo-.
Expuso sin contemplaciones a sus personajes a la intemperie del azar, impulsado por una angustia existencial y una inquietud de fondo que delinearon la trágica figura del hombre único y solo, cargado de contradicciones.
Fue un constante estudioso de la moralidad social provinciana. Dibujo con maestría los tipos ridículos y tiernos que produce la campiña francesa, pero sin cargar las tintas.
Simenon fue comparado por la crítica seria con un moderno Balzac. André Gide dijo en 1938 que tal vez fuera el novelista más auténtico de la literatura francesa. Y lo equiparó a Walter Benjamin y Jean Paul Sartre, que no se perdieron un solo libro suyo.
Maigret contribuyó muchísimo a la fama de Simenon, por no decir que fue él quien le hizo famoso. Hay quien no ha leído más que las novelas de Maigret. Bastan para conocer y admirar a su creador. Otros leyeron todo, o casi todo lo que escribió el autor belga menos las novelas de Maigret. Por eso, si alguna vez se refieren a Simenon, al no tener más remedio que citar a su personaje más conocido lo categorizan como inspector, degradando al bonachón y jocundo comisario de división, jefe de la brigada criminal de la Policía Judicial de París, en el Quai des Orfévres 13.
Sobre Maigret se hicieron infinidad de películas. Fue encarnado, entre otros, por los actores Jean Gabin –el que mejor lo interpretó, a nuestro juicio-, Kirya Aikawa, Jean Richard, Boris Terine, Charles Laughton, Michel Simon y Gino Cervi.
De Maigret, al que adoramos, hemos escrito largo y tendido. Nos fue presentado cuando éramos niños. Volvemos con frecuencia a seguir sus pasos lentos y seguros por las calles y los bulevares de París, a la busca y captura de maleantes que en vano tratarán de escapar de su implacable persecución, que tiene algo de magnetismo.
Iinevitablemente terminarán siendo interrogados en el despacho del comisario, con el ambiente grisáceo por el humo de su pipa, recalentado por la vieja estufa de hierro, que se empeñó en conservar cuando quisieron sacarla para instalar un radiador de calefacción.
Si el interrogatorio se prolonga, Maigret hará subir de la vecina brasserie Dauphine sandwiches de jamón y cerveza para sus inspectores, él y, naturalmente, también el detenido. Cuando el sospechoso confiese, el comisario se irá a su casa, donde le espera la señora Maigret con alguno de los formidables guisos franceses que prepara con mano maestra. A esas alturas, el policía ya se ha olvidado del delincuente porque no juzga, sino que se limita a cumplir con su deber de apresarlo. Para juzgar, y condenar, están los magistrados.
Ah, casi nos olvidamos de recomendar alguna obra de Simenon que no tenga al comisario -¡no inspector!- Maigret de protagonista. Hubiera sido imperdonable.
La casa de las siete muchachas, La plantación, La nieve estaba sucia, Un turista en Tahiti, El señor que veía pasar los trenes, Los Pitard, “Strip-tease”, Los fantasmas del sombrerero, Los vecinos de enfrente…
Hay traducciones de Simenon muy buenas. Para nosotros las mejores fueron las de Julio Gómez de la Serna, Torrente Malvido, López Pacheco, Fernández de Castro, Sánchez Dragó y Ernest Jordá. Lo mejor, claro, es leer a Simenon en su idioma.


© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 17 de octubre de 2009

En torno al choripán

El “sandwich” de chorizo parrillero en pan, que en Argentina se llama choripán, su consumo y varias cosas muy simpáticas relacionadas con él sirvieron para que la periodista, publicitaria, guionista y escritora argentina Ana María Shua escribiera una encantadora nota que es todo un ejercicio de gracia y buen estilo; y una muestra de la buena combinación del periodismo con la narrativa; o si se prefiere: los escritores que antes han cultivado el periodismo activo tienen un don especial para poder escribir de cualquier cosa y combinar hábilmente descripción, información y trama argumental.
Ana María Shua es egresada de Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Algunas de sus novelas, marcadas por un finísimo humor, tienen un ambiguo sesgo autobiográfico.
Recibió, entre otros, los premios Losada, Club de los XIII y Municipal. Algunos de sus libros fueron traducidos y publicados en Europa y los Estados Unidos.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“Choripán, pasión de multitudes”
(
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/10/10/_-02014883.htm)

viernes, 16 de octubre de 2009

Diálogos absurdos

Entonces la paloma entró en el bar…
-¡Sí, y se mandó un whisky…!
-¡No, hombre!
-Ah, como usted dice que los caballos toman cerveza en los bares y algunos perros hacen de barmen
-No, la paloma, como iba a decir, entró en el bar así, no más, lo que me pareció raro.
-¿Por qué?
-Pues porque las palomas, cuando no están llevando mensajes…
-¡Ya no hay palomas mensajeras!
-Bien, entonces están en los antepechos de las ventanas, en las cornisas, en las plazas, en las calles. Alguna señora, o algún señor les echa miguitas de pan…
-Menos mal que reconoce usted que no es normal que las palomas entren en los bares.
-Mire, en los bares…
-¡Ah, si sabrá usted de bares…!
-Uno, modestamente…
-Sí, sí, modestamente; ¡si habrá pasado usted tiempo en esos establecimientos…! . En los bares de copas, claro; porque no se sabe que haya frecuentado usted bares lácteos.
-Es que en ellos no suele encontrarse gente muy interesante, aunque sí digna de todo respeto y consideración, y en los otros sí; además, no puede brindarse, con la leche no se brinda.
Pues yo vi una vez una foto de Carlos Menem en su pueblo, es decir en Anillaco, en La Rioja, brindando en un cumpleaños con un vaso de leche. No sé si ya era presidente de la República Argentina.
-A Carlos Menem puede perdonársele todo, o casi todo, porque es un hombre muy simpático, muy bromista. Pero en realidad, y como mandan los cánones, no puede brindarse con leche, con whisky y menos con agua. Un día le contaré lo de aquel cura que pidió un vaso de leche en un bar -no precisamente lácteo- y le dieron gato por liebre.
-Usted ha dicho que hay una estética del trago.
-Y lo sostengo. La estética del trago consiste en descubrir la redondez del mundo a través del culo de un vaso. En una escena de Recuerda, una película de Alfred Hichtcock, que bebía vino, se ve a Gregory Peck, que bebía whisky bourbon, apurando de un sorbo un vaso que se llena de irónica leche en el cierre de la imagen y deja ver en el fondo un círculo que muy bien podría calificarse de cabalístico. La estética del trago se convierte en ese momento en la moral del trago.
-¡Qué cosas tiene usted!


© José Luis Alvarez Fermosel


Notas relacionadas:

“Siempre beben cerveza”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/02/siempre-beben-cerveza.html)
“Blues de bar”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/03/blues-de-bar.html)

Chips and Human Rights *



* Como muchos lectores de este blog son anglófonos, y además el blog en cuestión se lee en países de habla inglesa, a partir de ahora postearemos algunos textos en ese idioma, e incluso en otros. (N del E)

Corbatas y turismo

Tom Holmes, de Walsall, Inglaterra, comenzó a coleccionar corbatas a los cinco años. Hoy, mucho después, tiene más de 4000. No sólo es la suya la colección más grande del mundo, sino una de las más valiosas, pues incluye determinados ejemplares únicos. Por ejemplo, la corbata roja adornada con 400 perlas que tiene puesta y se ve en la fotografía. Cuando se le pregunta por el valor de su colección, Tom contesta:
- ¿Cuánto vale el trabajo de una vida?
La corbata, considerada como una prenda de la derecha, está en proceso de extinción, como los bisontes que tanto preocupaban al conde de Keyserling.
Sólo la usan ciertos conservadores reminiscentes y nostálgicos de los que todavía van por la vida con el traje llamado ambo o de dos piezas: chaqueta y pantalón.
También la llevan algunos para ir a la oficina, los empleados de banco, los políticos y los caballeros que presumen de elegantes. Los días laborables, porque en el fin de semana impera la moda informal con ropa deportiva impuesta por los estadounidenses y todo el mundo va despechugado, con la camisa abierta, sin corbata, mostrando la papada o las arrugas del cuello fláccido. Y los jóvenes y deportistas, sus cuellos lisos y bronceados.
El otro día uno, que sigue usando corbata, se fijó en un par de ellas que estaban en el escaparate de una tienda muy elegante, dentro de una galería de compras, en pleno centro de Buenos Aires. Preguntó por el precio.
- ¡150 dólares!
- Las dos, claro
–dijo uno-.
- ¡Cada una, señor! –rugió la vendedora.
Dos corbatas, 300 dólares. Y no eran de seda, ni importadas. No me extraña que ya casi nadie use corbata.
Ya que estaba uno en la galería, se dio un paseo por ella, viendo vidrieras y precios. ¡Un escándalo! Todo está más caro que en Europa, por ejemplo.
Buen “réclame” para los turistas, que incluyen las compras como un capítulo de sus viajes de vacaciones.
Corbatas aparte, en Argentina no hay infraestructura ni habilidad, ni lo que es peor, ganas de fomentar el turismo, que nos salvó a los españoles, junto con los barcos de trigo y carne que nos mandaron los argentinos, en los duros años de nuestra posguerra y constituye la llamada “industria sin chimeneas”: la principal fuente de ingreso de divisas de España.
Haber hablado de corbatas me va a costar que me cuelguen el sambenito de frívolo. No creo que me pese mucho, ya cargo con varios.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

“De desaliños e ideologías”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/de-desalinos-e-ideologias.html)

jueves, 15 de octubre de 2009

El pretexto de la "pandemia" de la Gripe A

La “pandemia” de la gripe porcina o Gripe A habría sido un pretexto para justificar la implantación de chips en la población.
Ya este blog expresó en su momento sus dudas acerca de la “pandemia” en cuestión, identificándola con maniobras políticas de diversión.
Ahora, Urgente 24, citando fuentes tan dignas de crédito como The Financial Times, The Telegraph, la agencia inglesa de noticias Reuter y el sitio web de tecnología Network Computing, habla en un informe por de más inquietante acerca de un plan en marcha destinado a establecer un control sobre la población mediante la inserción en el cuerpo humano de microchips subcutáneos, técnica, por cierto, usada en el oscuro mundo de los servicios de inteligencia de todo el mundo con fines “non sanctos”.
No avalamos ni desmentimos esta información, que nos limitamos a recoger y divulgar sin ningún comentario por nuestra parte.


© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

“Verdad conspiranoica: Los chips se publicitan por TV y se introducirán en los medicamentos”
(
http://www.urgente24.com/index.php?id=ver&tx_ttnews[tt_news]=130614&cHash=339e349b30)
“En torno a la gripe porcina”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/en-torno-la-gripe-porcina.html)
“¡Que no cunda el pánico!”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/05/que-no-cunda-el-panico.html)

domingo, 11 de octubre de 2009

El agridulce zarandeo del ayer

Me acusan –porque lo formulan como una acusación- de ser muy nostálgico, de escaparme frecuentemente al pasado.
Yo creo que todo el mundo, por muy intenso que sea su presente, recuerda su pasado, y retorna a él varias veces. Para eso está el pasado, para eso lo hemos construído. Todos tenemos un pasado, más o menos interesante. No tener pasado es como no tener sombra.
Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre. Esa es otra cuestión, sobre la que no vamos a opinar.
Pero el ayer, nos guste o no, está ahí, y si nosotros no volvemos a él, ya se encargará él de volver a nosotros.
Un día nos encontramos, a la vuelta de una esquina, con un viejo amigo al que no habíamos visto en muchos años. Nos vamos a tomar un café con él. E inmediatamente empezamos: ¿te acuerdas…?
Quienes tenemos un pasado no ya movidito, sino turbulento; quienes hemos perdido a muchos seres queridos, no podemos dejar de recordar lo que vivimos, lo que ganamos, lo que perdimos, lo que pudo haber sido y no fue…
Esa evocación a veces nos alegra y casi siempre nos entristece, pero no podemos evitarla. Regresamos a una, o a varias etapas de nuestra vida, la vida que vivimos con intensidad.
Somos vitales, seguimos haciendo cosas. Pero ya no podremos, por unas razones o por otras, hacer las que hicimos cuando éramos jóvenes, lo cual no quiere decir que seamos viejos, sobre todo ahora, que la llegada de la vejez se ha retrasado tanto. El caso es que la nostalgia no es cosa de gente mayor, ni depresiva.
Podemos desprendernos de muchas cosas, pero no de los recuerdos. Además, no hay motivos para que nos desprendamos de ellos. Muchas veces los atesoramos.
¿Para qué se toman las fotografías? Pues para guardarlas, ya no en un álbum con tapas de cuero azul, sino en una carpeta de la computadora, o en discos, y un domingo de lluvia las vamos pasando y recordando los paisajes, los rostros de las personas y las sensaciones que experimentamos entonces. Estamos regresando al pasado.
En otra oportunidad publicamos “in extenso” un estupendo artículo del escritor español Carmelo López-Arias Montenegro, dedicado a evocar a un escritor evocador, valga el juego de palabras: Fernando Vizcaíno Casas, que fue también periodista y abogado especializado en derecho laboral, el mejor de España.
López-Arias Montenegro recordaba que la pluma de Vizcaíno Casas alcanzó verdadero relieve literario en la evocación del pasado.
Y añadía: “La nostalgia es la certificación de nuestra identidad. Constituye el aliciente para mirar atrás y reconocernos en quienes fuimos, aun si no nos gusta lo que fuimos. Gracias a esa sensación, dulce o dolorida, ya mueva a la sonrisa, al sollozo o al remordimiento, nos preciamos como esencialmente unos en el tiempo. Si el ayer no nos zarandease todavía el corazón, ¿cómo identificarnos con aquel ser que éramos, y con quien apenas guardamos ya nada en común?”
Dejémonos llevar, con la frecuencia que sea, por el agridulce zarandeo del ayer de la mano del gran poeta argentino Raúl Gozález Tuñón.

Elogio de la nostalgia *

...pues nostalgia es memoria

y Mnemosine era la madre de las musas.
La nostalgia es la cita sutil con el pasado

y una forma del sueño.
Esa corriente oculta y silenciosa
que se opone al olvido con decoro.
Es el domingo triste del recuerdo
y la suave saudade de lo que un claro día
fue tocante, entrañable.
De lo que hubo de hondo y bello
entre tantas cosas...
No sólo es el pasado,

tiene intención de futuro.
Adivina, esperaa
quello que mañana no afeará la vida.

* Raúl González Tuñon

DE POEMAS PARA EL ATRIL DE UNA PIANOLA, 1965

© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:

“La Criolla, café concert”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/09/la-criolla-caf-concert.html)
“Vizcaíno Casas o el elogio de la nostalgia”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/vizcaino-casas-o-el-elogio-de-la.html)

sábado, 10 de octubre de 2009

Aguardientes y aguas tibias

Los chilenos, que son excelentes gourmets -no en vano tienen una estupenda cocina regional, rica y variada como pocas en las tres Américas- son muy afectos a las que ellos llaman agüitas, que toman tibias después de comer. Las agüitas son infusiones muy ligeras, o muy aguadas, de corteza de limón o de alguna fruta. Está comprobado que, junto con los licores bajativos que los chilenos también beben tras las comidas, son muy beneficiosas para la digestión.
También son digestivas otras infusiones más conocidas “intra muros” de Buenos Aires, como el té, aunque éste no es del todo benéfico, pues contiene teína, un estimulante similar a la cafeína que, como ella, produce hábito. Tampoco se recomienda para después de la comida, ya que el tanino que lleva consigo es astringente y malo para la digestión, porque dificulta la secreción de jugos gástricos.
Las plantas más adecuadas para tomar en infusión con objeto de aliviar la pesadez de estómago y facilitar la digestión son: manzanilla, anís, hinojo, salvia, menta, té de roca y mejorana.
La mayor parte de ellas se ha utilizado en la destilación de licores durante mucho tiempo. Puede, incluso, que su efecto digestivo sea la causa de que estas bebidas se sirvan tradicionalmente al finalizar las comidas festivas.
Hasta hay quien considera que el origen de las actuales tortas de boda fueron los pasteles preparados por los romanos con algunas de estas hierbas, como los anises, que se ingerían “para aliviar el efecto producido por la excesiva ingestión de alimentos”.
Para reforzar la acción digestiva se pueden realizar diferentes mezclas y combinaciones. El té de manzanilla, por ejemplo, es recomendable para librarse de un sabor desagradable en la boca; y todas las mentas, fuertes y perennes, sirven para hacer bebidas carminativas.
El anís es una de las plantas más utilizadas para realizar estas combinaciones, debido a su agradable sabor. Hay tres especies diferentes de anís, planta de uso corriente en las antiguas medicinas china e india y conocida en Europa antes del siglo VII.
La menta, una de las hierbas más utilizadas en Argentina, se usa también en sopas y ensaladas. Combate la aerofagia, la pesadez, las náuseas y las úlceras incipientes.
Los árabes, que aromatizan con la menta su ardiente y acaramelado té, la llaman “mensajera de la amistad”.


© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 9 de octubre de 2009

"¡Pero no es fuerte...!"

Mi abuelo Pedro (1) fue un gran pintor que expuso en Madrid con Zuloaga (2). Lo saco a colación en este blog a cuento de una de las características de su naturaleza: tenía un increíble aguante para la bebida. No bebía, sin embargo, o bebía como todo el mundo: un vaso de vino en la comida, no todos los días, y de tanto en tanto, una copa aquí o allí.
Era tan buen pintor que incluso tuvo en una época escuela de pintura en El Escorial -donde está el célebre Monasterio, considerado como la octava maravilla del mundo, que mandó edificar Felipe II-.
Por la escuela de pintura de mi abuelo desfiló una parte de la aristocracia española, incluído José de Yanguas Messía, vizconde de Santa Clara de Avedillo, que pretendió a mi tía Anita sin ningún éxito porque ella se casó con Francisco Gugel, quien sería mi tío Paco, padre de mis primos hermanos Paco y Carmina.
Mi primo Paco, que por cierto era el ojo derecho de mi abuelo, es un librero de fuste. Fue durante muchos años, hasta la reciente disolución de la firma, Consejero Delegado de H. F. Martínez Murguía –fundada en 1925-, empresa editora, importadora y exportadora de libros. Ha sido presidente del gremio de libreros de Madrid. Actualmente es miembro del Comité Ejecutivo de la Cámara del Libro de Madrid y del prestigioso club de libreros Don Quijote.
Mi abuelo era un hombre alto y esbelto, de acerados ojos azules y bigote blanco, recortado. Siempre llevaba un bastón de madera de cerezo –que había medido varias costillas…- y cuando vivía en El Escorial le acompañaba invariablemente su fiel perro Tim, raza perro, blanco y negro.
Mi abuelo podía beber hasta límites asombrosos, fuera lo que fuera y tuviera la graduación alcohólica que tuviera, sin que le hiciera el menor efecto, lo que despertaba la admiración, y también la envidia de todos sus conocidos y discípulos.
Un grupo de amigos se propuso bajarle el copete y se lo llevó un día a Toledo (3), donde él había nacido, a visitar una destilería de aguardiente.
Excusado es decir que sus anfitriones le hicieron los honores a conciencia. Y, naturalmente, le ofrecían a cada paso una copa de tal o cual aguardiente para que lo probara y diera su opinión.
Mi abuelo, que era muy listo y ya se había dado cuenta de las intenciones de sus amigos, embaulaba la copa de un trago y decía tres o cuatro palabras referentes a la destilación, o el aroma del aguardiente que acababa de beber. Al final, como colofón, aseguraba con imperio: “¡Pero no es fuerte!”. Los amigos, a los que se habían unido algunos técnicos y catadores de la destilería, no daban crédito a sus ojos. Cada vez le ofrecían un aguardiente más fuerte. Y mi abuelo, ¡dale!, un trago y una exclamación, siempre la misma:
“¡Pero no es fuerte!”.
Fueron cayendo varios, que tuvieron que ser llevados en andas. Mi abuelo, impasible, erguido en toda su imponente estatura, con su bastón en la diestra y la copa en la siniestra, sus claros ojos completamente límpidos, sin ninguna irritación, caminaba abriendo del todo el compás de sus largas piernas, de manera tal que quienes iban a su lado no tenían más remedio que ir a paso de marcha.
Aquello no podía quedar así. Porque para mayor inri para los conjurados, mi abuelo identificaba a la perfección todos los aguardientes y no se equivocaba al determinar el origen, calidad y graduación. La bronca era tan fenomenal que los pocos que permanecían en pie, aunque muy... “tocados”, decidieron que como fuera, incluso con malas artes, era necesario abatir a semejante energúmeno.
En un momento del recorrido por aquella cava que adivino sombría, con botellas por todas partes y mesas como las de los laboratorios, con retortas y alambiques, uno de los circunstantes, enfundado en una bata blanca, le acercó a mi abuelo una copa llena de un líquido incoloro. Mi abuelo la tomó, la olisqueó apenas y se la mandó al pecho de un trago. Paladeó el líquido como si fuera leche y a renglón seguido espetó: “Es alcohol, alcohol puro... de unos 96 grados; ¡pero no es fuerte!”. Y se fue tal como había venido, fresco como una lechuga.
Mi primo Paco me contó este sucedido con lujo de detalles muchos años después de que muriera mi abuelo.

(1) Pedro Alvarez Díaz, director artístico -hasta que cedió el cargo a su hijo Faustino- de la Real Fábrica de Tapices y Alfombras de Madrid, para la que Goya pintó varios cartones para tapices, recomendado por Bayeu cuando Mengs era director, durante el reinado de Carlos III. Pedro Alvarez Díaz restauró, pintando al fresco como Miguel Angel, los techos del Monasterio de El Escorial.
(2) Ignacio Zuloaga (1870-1945) fue un magnífico pintor español, creador de un nuevo tipo de retrato de gran tamaño con fondo paisajístico.
(3) Provincia de España, en Castilla. Su río principal es el Tajo, que la atraviesa de Este a Oeste. Industria eléctrica, alimentaria, joyería y material quirúrgico. Fábrica de armas. Cerámica. Importante centro turístico, cuenta con notables monumentos como la catedral, varias iglesias y antiguas sinagogas. Ciudad judaica por excelencia -así como Granada y Córdoba, en Andalucía, son completamente árabes- albergó al Greco y se hizo célebre por la defensa que las tropas nacionalistas hicieron de su alcázar durante la Guerra Civil española.

© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 8 de octubre de 2009

Un tubérculo con historia

La patata procede de América. Fue traída de allí por los conquistadores a finales del siglo XVI. Llegó primero a La Coruña (una de las cuatro provincias gallegas), en cuyo puerto fondeaban muchas de las naves que venían del otro lado del océano.
Los famosos tercios españoles de Flandes (Países Bajos) las llevaron a Italia. A Alemania las trajo el corsario británico Francis Drake, a quien se levantó por ello una estatua en la ciudad alemana de Offenburg, tras haberse salvado sus habitantes de una hambruna terrible gracias a las patatas.
(Francis Drake era en 1580 el más famoso pirata al servicio de la corona inglesa. Cuando no se dedicaba a asaltar en pleno mar a los galeones españoles que volvían de América con las bodegas repletas de oro, plata y especias -lo que constituía su ocupación favorita-, curioseaba, por así decirlo, por uno y otro mar.
Quizá haya sido Drake el primer hombre blanco que fijó su mirada en un paraje entonces inhóspito en el que, andando el tiempo, se fundaría una ciudad llamada Mar del Plata.
Drake tenía apenas 35 años, allá por 1575, cuando navegó por el Atlántico y pasó con su nave piratesca frente al actual paralelo 39 de la América India. Recorrió una y otra vez esas costas y confeccionó cartas marinas, tomando como punto de referencia los accidentes geográficos más destacados. Un día observó con su largo catalejo de cobre centenares de bultos negros en un promontorio. Aproximó su nave y advirtió que los bultos eran lobos marinos -no lobos de mar, que no es lo mismo- “¡Cap Lob!”, bramó en su mal español. Y desde entonces, aquello fue Cap Lob sólo.
El pirata siguió viaje, llegó al Atlántico Sur y se convirtió en el primer inglés que cruzó el Estrecho de Magallanes, anotándose la primicia -como se diría hoy en términos periodísticos- de descubrir el accidente costero que bautizó como Cap Lob. Mucho tiempo después, cuando se fundó Mar del Plata -concretamente en 1874-, Cap Lob fue rebautizado como Lobería Chica. Después el lugar se hizo habitable, e incluso turístico, y se llamó Cabo Corrientes.
Drake fue honrado en 1581 con el título de Sir o Caballero, por la Reina Isabel I a bordo de la nao del osado pirata, “The Golden Hind”. Desde entonces se hizo llamar siempre Sir Francis Drake. En la ciudad californiana de San Francisco hay una avenida que lleva su nombre. Pocas veces, o nunca, alcanzó un pirata tantos honores.)
En Irlanda, la patata causó una gran explosión demográfica. La isla llegó a tener ocho millones de habitantes –el doble que ahora- en el siglo XIX. El hongo Phytophtora infestans malogró la cosecha de patatas, provocando una hambruna que cobró las vidas de un millón de personas y obligó a otras tantas a emigrar a los Estados Unidos.
Hemos tomado esos datos datos de la (muy interesante) revista Muy Interesante, que recuerda en un documentado y bien pergeñado trabajo de Guadalupe Henestrosa que los principales países productores del antaño humilde y hogaño tan popular tubérculo americano son China, Rusia, Polonia, Estados Unidos y Ucrania.
La patata, lo mismo que le pasó a otros alimentos procedentes de nuevas tierras, tuvo mala prensa, al principio. El farmacéutico y gastrónomo francés Antonio Parmentier hizo caso omiso de la fama de impía y venenosa que había cobrado y la introdujo en su país, donde la puso tan de moda que los cortesanos, e incluso el rey, llevaban un ramito de flores de patata en el ojal de la solapa izquierda de la casaca.
Las patatas, a pesar de todo, tardaron en popularizarse, por lo menos en Europa. Durante algún tiempo fue un manjar que adornó las mesas de las clases más adineradas. Pero su consumo terminó por generalizarse y hoy día son insustituibles.

Una receta fácil de preparar es la siguiente:


Patatas guisadas con huevos.

Se necesita: un kilo y medio de patatas que se cortarán en rodajas de un centímetro, más o menos, 4/6 rebanadas de pan de medio centímetro de grosor, una cebolla mediana picada, 4 huevos, 3 dientes de ajo fileteados, 2 cucharadas soperas de perejil fresco picado, una o dos hojas de laurel, aceite, sal, pimienta negra molida y agua.
Pochar (rehogar) los ajos en el aceite caliente. Cuando estén apenas dorados, sacarlos y reservarlos. En ese mismo aceite, freir las rebanadas de pan. Al igual que los ajos, se retirarán cuando estén doradas y se reservarán. En el aceite que quedó (si es necesario, agregar un poco más) pochar la cebolla y cuando esté dorada añadirle las rodajas de patatas. Verter agua sólo hasta cubrirlas. Echar el laurel y salpimentar.
Se aplastan los ajos y el pan y se deslíe todo con un poco del caldo de las patatas. Verter lo machacado junto con una de las cucharadas de perejil en la cocción. Cocinar hasta que las patatas estén al dente. Luego, con la ayuda de una espumadera, retirar los ingredientes y distribuir en una fuente para horno cuidando de no romper las patatas. Una vez bien distribuído todo, hacer 4 pequeños hoyos, uno para cada huevo.
Se cascan éstos y se salan -principalmente las claras-.
Hornear a fuego alto. Retirar la fuente del horno cuando las claras hayan cuajado y se vean bien blancas y las yemas estén aún líquidas. Al servir, espolvorear por encima de cada plato con el perejil fresco reservado.


© José Luis Alvarez Fermosel


Notas relacionadas:

“Patatas”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/12/patatas-papas.html)
“A buen hambre no hay pan duro”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/buen-hambre-no-hay-pan-duro.html)
“No a la tortilla líquida servida en copa”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/08/no-la-tortilla-lquida-servida-en-copa.html)

¡Menos ruido y más nueces!

He confesado públicamente, y me atengo a las consecuencias, que ya no voy a los desayunos de trabajo, que son un bodrio y en ellos no se desayuna, o por lo menos no se desayuna bien, ni se trabaja. Además, para asistir a los desayunos de trabajo hay que levantarse al amanecer.
Invitarle a uno -una persona que tiene ganas de decirle cosas, sus cosas a otro- a levantarse al amanecer para trabajar, antes de que empiece a trabajar en su lugar de trabajo y amargarle así el desayuno, de paso, es una cabronada como la copa de un pino.
¡Como si tuviéramos poco con los almuerzos de trabajo, en los que tampoco se almuerza ni se trabaja, pero se da pábulo a que nos torture la dispepsia en estrecha colaboración con los anfitriones, los mozos y otros torturadores de los que abundan en esos condumios!
Debemos resistirnos a ser torturados, al mediodía y mucho menos al amanecer, por oscuras -aunque en su medio sean muy brillantes- gentes que pretenden imponernos sus ideas, que por otra parte no suelen interesar a nadie más que a ellos.
Nuestro tiempo también vale, así como nuestro humor. Debemos defenderlos como a nuestro derecho a desayunar y almorzar con quien nos dé la gana y a la hora que nos dé la gana.
Bastante tenemos que sufrir en nuestro trabajo como para que en nuestro tiempo libre tengamos también que hacer algo en contra de nuestra voluntad, sin que nos paguen por ello, además. Así que nada de almuerzos ni desayunos de trabajo.
Pero están los cócteles, y otras reuniones parecidas, con orador u oradores, las conferencias de prensa -donde todos los periodistas se enteran de todo lo que se pregunta y se les responde a sus colegas, y los menos capaces no preguntan nada y nada se les contesta, y luego escriben lo que les oyeron decir a los otros-, y hay otros actos similares en los que también se habla.
A la gente, en general, le gusta mucho hablar; y, sobre todo, que se la escuche. La gente se muere por hablar y la que menos tiene que decir es la que más habla, y la que más exige que se la escuche.
Es muy poco común ir a un cóctel o una recepción en un hotel de más o menos estrellas, o a un salón cualquiera y encontrar gente que hable poco y lo que habla sea interesante, o por lo menos divertido.
La ominosa presencia en esos lugares de una mesa con tres o cuatro sillas, lo que significa que van a hacer uso de la palabra -y generalmente abuso- otros tantos oradores, cada uno de los cuales hablará por lo menos media hora, o más, nos pone los pelos de punta, nada mas entrar y enredarnos con los cables de las cámaras de televisión que hay en el suelo, y tropezar con los agentes de relaciones públicas, y descubrir que no hay guardarropa y tenemos que estar todo el tiempo con el abrigo puesto y el portafolios en la mano, y a ver cómo nos las arreglamos para tener la copa y el canapé que vendrán después con una sola mano.
Un señor de gris empuña un micrófono como quien esgrime un revólver. Presenta a los oradores, a quienes se ve contentísimos, pues que van hablar. Y los oradores comienzan a hablar en seguida, y hablan con fruición, con pasión, con ferocidad, sin piedad, sin pudor, y hay que ver cómo les rinde. Y uno, que ha cometido la imprudencia de adentrarse en el salón y no puede huir honrosamente, siente que se le cae el mundo encima.
Cuando los oradores terminan de perorar y entran los mozos con al whisky, el vino, los jugos de frutas y los bocaditos, uno es dolorosamente consciente de que ha pagado un precio exorbitante por esas menudas delikatessen que apenas le confortan del mal rato sufrido.
Se necesitan, ciertamente, menos ruido, menos palabras y más nueces.


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 6 de octubre de 2009

A la sombra

El boxeo a la sombra, o “hacer sombra”, no consiste en boxear al resguardo del sol; es eso: boxear con la propia sombra, o para ser rigurosamente exactos, lanzar golpes al aire frente a uno, como si hubiera un oponente que, en realidad, es el aire, una sombra en sentido figurado, nada.
El cartel publicitario que ilustra estas líneas es magnífico en su factura, su concisión, su fantasía. El boxeador ejecuta, como un virtuoso del piano un concierto de Rachmaninov, un preciso y precioso directo de derecha al plexo solar de una sombra que no es la suya, sino la de alguien que trata de quitarle, o que ya lo ha hecho, su frasco de perfume.
La sombra acusa el golpe, se desmelena, se dobla y suelta el frasco. Todo en un salón, o parte de un salón vacío, con el suelo alfombrado por una moqueta verde. La estancia es amplia y ha de estar, fuera del primer plano, lujosamente amueblada; se trata, indudablemente, de una buena casa, a juzgar por la solidez de los muros de una de sus habitaciones, en la que transcurre la acción, por decirlo en lenguaje cinematográfico, y sus hermosas molduras.
Todo magistral. La idea del creativo (publicitario), la fotografía, el montaje y el boxeador envuelto en su toallón de la cintura para abajo; porque nadie sino un pugilista, y bueno, puede lanzar un golpe recto de derecha –podría haber sido de izquierda- de forma tan técnica, tan exacta, tan impecable.
El boxeador que funge de modelo ha sido captado en un escorzo soberbio, casi de paso de “ballet”.
Excepcional, también, la idea, el juego con la idea del egoísta –que es el nombre del perfume-, dispuesto a defender su propiedad con los puños: una propiedad cara en doble sentido, porque es querida y, en lo referente al precio no ha de ser precisamente barata.
Algún día se incluirá la Publicidad, así con “P” mayúscula, entre las bellas artes.



© José Luis Alvarez Fermosel

Otra vez la huevada

Anda uno paveando por ahí: leyendo, escribiendo, yendo al cine, al teatro, aprendiendo Krav Maga (leer nota relacionada), encontrándose con buenos amigos y hablando de esa cosa maravillosa que es la vida…; y, claro, no se entera de que, en broma en broma, ya estamos otra vez en plena Semana Mundial del Huevo.
Ya en otra ocasión hablamos de este… evento, que concita, año tras año, la atención de muchísima gente en todo el mundo y se festeja a bombo y platillos.
A uno, y uno cree que esto lo ha dicho ya en otras semanas del huevo, le parece que esa buena gente, aquí y en Pekín, está verdaderamente en lo que tiene que estar y le da importancia a las cosas que la tienen, como hacer huevo, y no las tonterías que hace uno.
El huevo está ahí, desde siempre. Lo ponen las gallinas por la mañana, bien tempranito. Lo retira alguien que lo instala enseguida en el mercado y el huevo termina en nuestra mesa y nos lo comemos, a veces frito con jamón igualmente frito.
¿Justificará ese proceso del huevo, tan natural y tan trivial como tantos otros de la vida diaria, que se organicen todos los años simposios, mesas redondas, conferencias, discursos y se elaboren informes, se preparen tesis doctorales y se escriban ensayos y se muevan ciento de miles, si no millones de euros para organizar y celebrar una semana mundial del huevo?
El nueve de octubre se festeja el Día Mundial del Huevo, como culminación por todo lo alto de la Semana Internacional del Huevo, que este año comenzó el cinco de octubre.
Parece que en Argentina se comen muchos huevos. Cada habitante de este país se embauló 126 huevos en 2002. En 2009 se habrán consumido 210 huevos por persona. Que dato interesante.
Hace poco, comer huevos era malo. Los dietistas decían que la yema, sobre todo, engordaba y que, además, aumentaba la concentración de lípidos, o sea, de grasa en la sangre. Los mismos dietistas -probablemente asesorados ahora por hueveros- aseguran que no hay alimento más sano.
¡Es una cuestión de huevos!


© José Luis Alvarez Fermosel

Nuevos ricos y esnobs

Los nuevos ricos, los turistas que vienen con la bolsa bien provista y gastan a manos llenas sin que les importe el precio de nada –que los hay, los hay-, los esnobs, a quienes les encanta contar luego en su círculo de amigos sus experiencias en lugares nuevos de barrios nuevos y demás fauna “light and cool”, encontrarán en Buenos Aires un lugar muy de su agrado para comer, beber, vestirse, comprar “bibelots” y pasarlo tan bien que después no tengan más remedio que contarlo largo y tendido en el club.
Esto y muchas cosas más, igualmente interesantes, nos dice, y muy bien dicho, por cierto, Alejandro Seselovsky en una nota publicada en la revista Ñ del diario Clarín de Buenos Aires.


Nota relacionada:

“Supervivencia del nuevo rico”
(
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/09/26/_-02005420.htm)

sábado, 3 de octubre de 2009

En torno a Fata Morgana

“Arturo descansa en paz en Avalon custodiado por cuatro reinas hadas. Fata Morgana, de negro, consulta su libro de artes mágicas para curar las heridas del Rey inmortal. En segundo plano, Merlín y la Dama del Lago”.
(La muerte del rey Arturo, James Archer)

Hermanastra del rey Arturo y relacionada con Ginevra y Lanzarote del Lago, el hada Fata Morgana tiene que ver con el destino, pero también se la conoce como dama del alma o de la psique, de la fertilidad y de la muerte.
Suele representarse a Fata Morgana como una perla roja sobre un arcidriche, palabra con la que se designa el ajedrez: el tablero y las fichas. La confrontación de los rivales en el campo de la acción.
Es un mandala, símbolo de la existencia: la lucha entre lo blanco y lo negro –el bien y el mal- en el interior del ser humano.
La perla simboliza la creatividad, el conocimiento puro sumergido en las profundidades, que surge del dominio del sufrimiento: algo diferente y valioso.
El color rojo, por último, es la pasión, la calidez y la intensidad.
Paul Klee dio el nombre de Fata Morgana a uno de sus cuadros.
La fatamorgana –así, todo junto- es un espejismo que se debe a una inversión de temperatura. Todo lo que puede verse en el horizonte, incluídos islotes, témpanos de hielo y promontorios toma, en virtud de ese fenómeno, una forma elevada y alargada, similar a… "castillos de cuentos de hadas”.


© José Luis Alvarez Fermosel

La cultura del maltrato

Hacerle la vida imposible al prójimo es algo así como el deporte nacional –no sólo en Buenos Aires-. Al público hay que atenderlo mal, hay que darle gato por liebre siempre que se pueda.
Mónica López Ocón, editora de Cultura e Internacionales de la revista Noticias, que se edita semanalmente en Buenos Aires, nos lo recuerda con la fina ironía que utiliza en ocasiones, característica de toda persona inteligente y con sentido del humor como ella.


Nota relacionada:

“Diez tips para atender mal al público”
(
http://www.revista-noticias.com.ar/comun/nota.php?art=2225&ed=1705)

viernes, 2 de octubre de 2009

Hablando del tiempo...

Los ingleses son muy aficionados a hablar del tiempo. Hablan muy bien, muy largo y muy tendido del tiempo, sobre todo en los clubes. Aprecian mucho al interlocutor que puede seguirlos. Ahora bien, hablar del tiempo en Inglaterra es hablar del mal tiempo.
Pues a eso vamos, al mal tiempo que hemos tenido en Argentina en general y en Buenos Aires en particular, apenas entronizada la primavera. La lógica, antes que nada. La lógica, que ha determinado que en las dos primeras semanas de la primavera hayamos pasado más frío que en todo el invierno.
No es esta anomalía atmosférica como para rasgarse las vestiduras, que cada día están más caras, no nos cansaremos de repetirlo. Se da en todo el mundo cada dos por tres y se atribuye al efecto invernadero, el agujero de ozono, el recalentamiento global y a otros factores de tipo ecológico que sólo saben a conciencia los muchachos de Greenpeace.
Al Servicio Meteorológico, empero, le da vergüenza que pase esto. Y a grandes males, grandes remedios: añade algunos grados a la temperatura real, pícara práctica que divulgan prolijamente la radio y la televisión.
Pero los argentinos, sobre todo los porteños, que son muy listos, se han dado cuenta enseguida de que cuando se informa que la temperatura es de seis grados, en realidad es de un grado bajo cero. Y han sacado a relucir los abrigos, los gamulanes, las parkas y otras prendas de abrigo con las que salen a trabajar por la mañana temprano, pisando la escarcha. En primavera.
Los encargados de accionar la calefacción de los edificios se basan en el almanaque, más que en la realidad; y como ya estamos en primavera, han cortado la calefacción, haga frío o no. Así que las casas están heladas.
Lo peor es lo del agua caliente, que se corta con mucha frecuencia. Los responsables del mantenimiento esgrimen con aire de suficiencia varias teorías.
Pero la más bizarra es la del manso hombre de la calle, que sostiene que como cuando hace frío todo el mundo pone en marcha los artefactos calefactores, el sistema colapsa. En verano pasa igual, sino que con el aire acondicionado.
El tiempo se vuelve loco y el sistema colapsa. ¡Pues sí que estamos bien!


© José Luis Alvarez Fermosel

jueves, 1 de octubre de 2009

Una ética y una estética

Los entendidos dicen que la moda masculina que viene se caracteriza por el estilo dandy –palabra inglesa que la Real Academia Española se obstinó en desvirtuar, españolizándola, y le cambió la “y” final por una “i” latina, aunque peor fue lo que hizo con el whisky llamándole “güisqui”, con diéresis y todo-.
Siempre se identificó al dandy con un caballero elegante, y con razón. Pero el dandy, el hombre perteneciente al dandismo, fue algo más. Representó a un movimiento que tuvo mucho que ver con la ética y la estética.
La ética, como se sabe, es la parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre. La estética –término introducido por Alexander Baumgarten en 1750- es el estudio del arte, sus categorías fundamentales, sus tareas y sus relaciones con la naturaleza y el hombre.
El dandismo fue un estilo de vida, una actitud ante la sociedad. Más allá del buen vestir tuvo una significación y una trascendencia profundas y constituyó una metafísica, una postura particular respecto al ser y aparecer, directamente relacionada con la modernidad.
En el ocaso de una época, Charles Baudelaire identificó el dandismo como la última hazaña posible: un afán de hacer de la apariencia una aristeia (excelencia). No fue una simple frivolidad, como piensan algunos.
Tanto más cuanto que implicaba una suerte de ascesis, una disciplina rígida y exigente, un refinamiento espiritual y un interés por lo artístico y cultural que venía del prerrafaelismo de Dante Gabriel Rossetti.
Hay quienes han calificado de dandy, en la actualidad, al futbolista inglés David Beckham, que es sólo, ¡y nada menos!, un hombre que se viste muy bien.
Desde mucho antes, el prototipo del dandy fue George “Beau” Brummell, que tenía un físico privilegiado y a quien le sentaba muy bien la ropa, toda la que se ponía. Tenía un gusto exquisito, eso hay que reconocerlo, y gastaba en vestir a manos llenas.
Brummell revolucionó la barroca moda de las casacas floreadas de su época -finales del siglo XVIII y principios del XIX-, pero para ser un dandy le faltaban finura, conocimientos, sentido del humor, generosidad, simpatía y capacidad de valerse por sí mismo.
Cuando el Príncipe de Gales –futuro rey Jorge IV de Inglaterra- le retiró su mecenazgo empezó su declive, al que siguieron rápidamente la bancarrota, la huída de Inglaterra, acosado por sus acreedores, una vida que de incierta pasó a ser miserable y, como triste final, la locura y la muerte en Caen (Francia), a los 61 años.
Dandies fueron literatos y estetas como Lord Byron, Percy Shelley, John Keats, Théophile Gautier, Jules Barbey d’Aurevilly, Oscar Wilde, Jores-Karl Huysmans, creador del brillante, refinado y libertino Des Esseintes, su excéntrico héroe de À rebours.
En España fungió de dandy, en pleno siglo XX, el encantador golfo César González-Ruano -tan citado por mí en estas páginas-, que además de dandy fue un magnífico periodista, o mejor, un magnífico escritor en diarios, como Larra. Ninguno de los dos supo nunca, ni falta que les hizo, lo que era un cícero, una platina o un medianil.
Quizás fue Albert Camus quien mejor explicó la quintaesencia del dandismo, cuando dijo que esa corriente se burló de las reglas y, sin embargo, siguió respetándolas. Las sufrió y se vengó de ellas, sin dejar de respetarlas. Es algo.



© José Luis Alvarez Fermosel