martes, 29 de julio de 2008

Vocación de jamón y vino

Insistimos sobre el jamón con verdadera tozudez casi vocacional, pues que lo de uno es ya casi un oficio o, al menos, una afición comparable con la del artesano que repuja el cuero, o labra la plata, y dedica a tan nobles tareas una considerable cantidad de tiempo.
Uno ha invertido una buena parte de su vida en comer jamón y beber vino, qué le vamos a hacer. Otra gente hace cosas peores y uno, desde luego, las ha hecho también y se arrepiente por haberlas hecho. De lo que no se arrepentirá nunca es de haber comido tanto jamón y haber bebido tanto vino –que tampoco fue tanto, bah-. Uno espera seguir consumiendo durante muchos años más. A la salud de ustedes, naturamente.
El jamón fue siempre para los españoles un alimento, o un manjar, para ser más precisos, infaltable y deseado –cuando escaseaba-. Es una exquisitez hispánica… “emblemática”, para utilizar uno de los términos del lenguaje posmoderno más empleado en la actualidad.
Cuántas veces se habrá escuchado decir en España: ¡Qué no nos falte el jamón!, o ¿habrá algún médico que nos quiera quitar el jamón?
El jamón serrano, referente antonomásico de la gastronomía española, fue distinguido no hace mucho por la Unión Europea con el sello Especialidad Garantizada (ETG), convirtiéndose así en el principal alimento español que obtiene esta etiqueta de calidad tan importante.
El jamón no es lo único que nos da el cerdo, que en realidad nos da todo, pero sí lo mejor. Noble animal al que por fin alimentamos los españoles con lo que más le gusta, que son las bellotas –el fruto de la encina-, después de haberle dado de comer de todo, incluso las sobras de la comida de uno, como a los perros antes de que se impusiera el alimento balanceado.
De cualquier manera, bien se merece el cerdo un poema y en ese sentido transcribimo el que le dedicó Chorot en la revista humorística “La Codorniz”, que se publicó durante muchos años en Madrid.

No fuiste, no -muy otro era tu sino-,
bello animal como el caballo hermoso,
ni como el cisne en su bogar sedoso
estiraste el pescuezo peregrino.
No es tu gruñido el canto delicioso
del arroyo quebrado y cristalino,
ni tu rabo rizado, buen cochino,
pudo ser nunca tu remate airoso.
Tus bellas cualidades, tan famosas,
las descubren tus carnes sustanciosas
que en alarde de líder las impones.
Porque para vencer en toda raya
al cisne, o al arroyo, o al caballo,
te bastan tus magníficos jamones.



© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

“Pan con tomate y jamón”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/jamn-jamn.html)


lunes, 28 de julio de 2008

Entremés

El presidenciable

Un restaurante de moda muy caro, de los que frecuentan encumbradas figuras de la política, periodistas conocidos que conducen programas de radio por la mañana y de televisión por la noche, “modelos”… o chicas que quieren serlo o que dicen que lo son, todas hermosas y de cuerpos esculturales...”diseñados” por cirujanos plásticos especializados en inflar pechos y levantar traseros. Algunas están…“sponsoreadas” y, lógicamente, viven en céntricos departamentos “duplex” y tripulan coches mini Cooper.
Algún ministro, capitanes de empresa, “brokers”, operadores, “lobbystas”, correveidiles….
La recepción es imponente. Un “maître” canoso, amanerado, conduce a los clientes por pasillos alfombrados de azul oscuro hasta un gran salón central o a cualquiera de los coquetos reservados que hay a derecha e izquierda. Cuadros abstractos. Alguna reproducción de Miró. Olor a cuero, a madera, a humo de cigarro habano y a dinero fresco, recién lavado.
Se puede tomar un “drink” en el bar, semejante al de un trasatlántico y atendido por un “barman” que parece un artista de cine. Muebles modernos, sillones de cuero color magenta, tonos rosáceos. Luz indirecta. Una perfecta combinación de lujo y mal gusto.
En uno de los reservados hay dos hombres. Uno de ellos es más bien bajo, grueso, gris-rubio, de mejillas anchas. Andará por la cincuentena. Va vestido a la última moda: traje negro a rayas, camisa blanca, corbata también rayada en transgresión a la ortodoxia de la elegancia, que no transige con las rayas sobre las rayas. Manos gordezuelas de dedos cortos, que se adivinan blandas. Reloj ostentoso –probablemente un Rolex-.
El otro es alto, delgado, castaño claro, se adivinan músculos largos y flexibles, bien trabajados, bajo la tela liviana de un traje liso de color gris, ni muy claro ni muy oscuro, bien cortado. Tiene el rostro inexcrutable del jugador de “bridge” y ese aspecto que no revela la edad exacta y se adquiere combinando sabiamente alcoholes nobles con vitaminas, la sauna, las visitas frecuentes a restaurantes y hoteles caros y la cultura física. Sortija de familia con iniciales. Está sentado con las piernas cruzadas y muestra un zapato negro, brillante, de factura clásica. Un truchimán de alto vuelo o un... "asesor", pero con clase.
Ninguno de los dos hombres lleva barba ni bigote, ni tiene la cabeza afeitada.
Sobre la mesa hay una botella de whisky etiqueta negra, un cubo con hielo, una botella de agua mineral, dos pesados vasos de cristal tallado y un cenicero de peltre, o una materia parecida, con una colilla de puro. Pequeñas “delikatessen” repartidas en platitos blancos con un reborde azul.
El hombre grueso pregunta con un atisbo de ansiedad bien disimulada. El hombre alto no pierde esa apariencia relajada de quien practica esgrima, o algún arte marcial, y contesta pausada y serenamente.
- Bien, dígame primero cómo es, qué aspecto tiene, cómo se presenta, cómo se viste.
- Es un poco más alto que usted, aproximadamente de su misma corpulencia. Pelo oscuro con algunas canas, tez olivácea, de esas que se oscurecen en seguida con el sol, ojos un poco prominentes –no sé por qué, me da la impresión de que no ve bien-, un bigotazo de revolucionario mexicano de los tiempos de Pancho Villa. Se viste a la moda: traje a rayas, corbatas lisas rojas o azules brillantes, como las de Bush o las de Chávez, mocasines; ya sabe usted…
- Ya, ya… ¿Y tiene facilidad de palabra, habla bien?
- Facilidad de palabra tiene, desde luego. Habla fluidamente, sobre todo de él. Su sintáxis no es buena. Se hace líos con los tiempos de algunos verbos. Usa las expresiones y latiguillos de rigor: “¡a ver!”, “como que…”, “este”, “digamos”, “vuelvo a repetir”, “no podemos dejar de pasar por alto”, “durante el transcurso”…
- ¡Usted y la sintáxis…!
- Paul Valéry dijo que la sintáxis es una facultad del alma.
- ¿Valéry…?
- Un poeta francés.
- Mire, viejo, no necesitamos poetas sino políticos: gente decidida, de acción, con “chamuyo”… ; usted me entiende.
(El hombre robusto se sirve tres dedos de whisky con dos cubos de hielo y se echa un trago, repiquetea después con los dedos de la mano derecha sobre la mesa, mira a su interlocutor fijamente. El hombre alto le sostiene la mirada. Hay un brillo irónico en sus ojos claros. Sonríe levemente y retoma la palabra.)
- Es muy político, asegura; y es cierto. En su vocabulario figuran las palabras agenda, convocatoria, problemática, posicionamiento. Dice institucionalidad, complementariedad, corporación, estrictez –por condición de estricto-. Dice consensuar, diálogo. Dice pacto, “chance”, oxigenación, coyuntura, macroeconomía. Dice divergencia, estrategia, unidad…
- ¡Pare, hombre, pare! ¡No se pase! Es abogado, ¿no?
- Sí; terminó muy tarde la carrera, y a trompicones, pero se recibió. Nunca ha ejercido la abogacía. Fue…”consultor” del diputado *, “operador” del candidato **; es hombre del riñón de *** y fue la primera, o la segunda espada del ex senador ****; ha escrito alguna cosa, también.
- Sí, recuerdo haber visto algo suyo en no sé qué diario. ¿Usted lo ha leído, ha leído algún escrito de él?
- Sí.
- ¿Escribe bien?
- No.
- Pero es un hombre de cierta cultura, ¿no?
- Es, más bien, un hombre informado; relativamente o, al menos, de aquéllo que le interesa.
- ¿Usted cree que es inteligente?
- No, creo que es listo.
- ¿No es lo mismo?
- No, se puede ser inteligente y no listo, y listo y no inteligente. Con esto pasa lo que con la gracia y el sentido del humor. Son dos cosas distintas. Se puede tener una o la otra, o ninguna de las dos. Pocas y privilegiadas personas tienen ambas.
- Mire usted lo que son las cosas. Yo creía que era lo mismo. ¿El es gracioso, o tiene sentido del humor?
- Tiene cierta chispa, puede llegar a ser chistoso… en algunos ambientes. De tener salero, la suya sería una sal más bien gruesa.
- Pero, en fin, tiene carácter; es ambicioso, va tras el poder, le gusta figurar…
- ¡Desde luego!
- ¿Tiene, digamos, escrúpulos, prejuicios...; es lo que podríamos decir un hombre de conciencia?
- ¡De ninguna manera!
- ¿Qué más podría usted decir de él?
- Que es terco, simplista, soberbio, calculador, evasivo en la jugada. Como político lo veo audaz, maniobrero, manipulador.
- ¿Usted cree que es capaz de…?
- ¡Es capaz de todo!
- ¡No se hable más! Nos servirá. Le daremos un repaso, lo puliremos un poco y nos será muy útil, ya verá usted. Yo creo que hasta puede ser presidenciable, que quiere usted que le diga.
- Tiene usted razón. Ya lo decía Stevenson.
- ¿Qué decía el bueno de Adlai?
- No me refiero al político estadounidense Adlai Stevenson, sino al escritor inglés Robert Louis Stevenson. Borges lo citaba mucho. Escribió, entre otras obras, “La isla del tesoro” y “El extraño caso del doctor Jeckill y mister Hyde”. ¿Ha leído usted algo de él?
- No.
- Stevenson decía que la política es algo para lo que no se necesita ninguna preparación.
- Bah, bah, no sea usted sarcástico. ¡Usted y sus zarandajas literarias…! ¿Le gustó lo de zarandajas, no? Usted lo dice mucho. Bueno, hemos terminado por hoy. Gracias por todo.
(El hombre bajo llama al camarero pulsando un timbre disimulado en la pared, al alcance de la mano. Viene un mozo de chaqueta azul pastel, cruzada, y el hombre bajo le pide la cuenta, al mismo tiempo que le extiende una tarjeta de crédito de platino. Le traen la cuenta, firma, deja una propina poco generosa, se levanta, cierra la “notebook” en la que ha estado trabajando durante la conversación, la mete en un estuche, se lo pone bajo el brazo. Se acerca al hombre del traje gris, que también se ha puesto en pie, le pone una mano en el hombro y le dice):
- Muchas gracias por todo, otra vez. ¿Le llevo a algún sitio?
- No, se lo agradezco, pero me quedo un rato más; tengo que hacer algunas llamadas y luego me encontraré con una persona, muy cerca de aquí.
- Como quiera; fue un gusto, ya le llamaré; hasta la próxima y que esté bien.
- Igualmente, adiós.
(El hombre alto, que se ha vuelto a sentar, añade algún dinero al que ha dejado el otro, aumentando así la propina del camarero. Juguetea un rato con una billetera negra de piel de cocodrilo que ha sacado de un bolsillo interior de su bien cortada chaqueta gris de lana fría. Permanece unos minutos en silencio, mirando sin ver frente a sí. Al cabo, se guarda la cartera, posa las manos, unas manos grandes de dedos largos y uñas cuidadas sobre el mantel, como para tomar impulso, y se levanta. Abandona el reservado, él también. Erguido, “debonair”, cruza el salón con paso rápido y elástico hacia la salida. Dos o tres mujeres lo miran al pasar con cierto interés.)

TELON
© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 27 de julio de 2008

Erratas, sexo y trinquetillo

Un día se publicó un artículo mío en el que, una vez más, habían escrito mal mi segundo apellido en la firma. Me llamó enseguida mi amigo Roberto Puello Aráuz, que era entonces embajador de Panamá en Argentina.
- ¡Hombre, Fermosel, ya le han vuelto a trastocar su apellido!. Ya sé que mal de muchos consuelo de tontos; pero fíjese, mi amigo, a usted le han cambiado una e por una o. Pues bien, menos Puello, a mí me dicen de todo: Cuello, Pella, Pollo, Pillo…
Puello Aráuz, uno de esos privilegiados seres humanos que tienen gracia y sentido del humor a la vez –cosa infrecuente-, no sabía que me han confundido y me confunden con un fotógrafo que se apellida Fermoselle, con un periodista argentino que se llama Adolfo Fermoselle y vive en Nueva York y que también a mí me dicen cosas como: Fermodyl, Fernandel, Fernández, Fermoselles e incluso Ferroucosell, apellido este último con el que me firmaron una crónica que publiqué en un diario de Cúcuta (Colombia).
No importa; son, o mejor dicho, eran cosas de los llamados duendes de las imprentas, que ahora son los de las computadoras.
En mi lejano y añorado Madrid –estando yo en prácticas en un diario popular- los duendes me hicieron decir que “las tripas del general Montgomery se esparcían por el norte de Africa”, en vez de “las tropas”… Estaba traduciendo un libro sobre la Segunda Guerra Mundial.
Otra vez escribí para una revista no ya católica, sino muy pía, que “el obispo de la diócesis alabó el celo (apostólico, debía entenderse) de las hijas de María”. Salió:
“El obispo de la diócesis alabó el culo de las hijas de María”.
No sé si no fue peor lo que le pasó al líder conservador español Manuel Fraga Iribarne cuando era ministro de Información y Turismo y andaba, allá por los sesenta, tras las rutas de turismo. Un periódico dijo:
“El ministro Fraga tras las putas de turismo…”
En otro orden, el mejor primer párrafo de cualquier información policial que yo haya leído en mi vida, publicado ya no recuerdo dónde, es el siguiente:
“Con la promesa de que le daría caramelos, un obrero de la construcción llevó hoy aquí a una anciana de 86 años a un foso y, una vez allí, sació en ella brutalmente su pasión por tres veces”.
Siguiendo con el sexo, otro día, en una radio, una locutora dijo “orgasmo” en vez de “organismo”.
Un título: “Niño mordido por el burro de su padre”. Los lectores se quedaron sin saber si el niño fue mordido por un burro que tenía el padre o si el padre, que era un burro, mordió a su hijo.
Lo que sigue lo presencié yo en Málaga. Un inglés llegaba a puerto en un balandro, haciéndose un lío con las velas. Un marinero que lo veía venir en el muelle se desesperaba, tratando de explicarle cómo tenía que hacer la maniobra.
-¡Suelta el trinquetillo! (1) -gritaba el marinero-.
El inglés, que no entendía una palabra de español le respondía en su idioma:
-“I beg your pardon!”. (le ruego que me perdone).
Y así una y otra vez hasta que el malagueño le preguntó en inglés chapurreado:
- “Do you speak English?”
- “Yes, sir”
–le contestó el balandrista-.
- ¡Pues, coño, suelta el trinquetillo! –le espetó el andaluz-.
El inglés no soltó el trinquetillo y chocó contra el muelle, afortunadamente sin consecuencias.
Debo explicar que en esa época mis conocimientos de inglés eran bastante escasos y, desde luego, no sabía cómo se decía trinquetillo en ese idioma, ni me parece que lo sepa ahora que lo hablo fluidamente. Así que no pude ayudar.

(1) Vela triangular, a modo de foque, que se larga en un cable inmediato y paralelo al estay del trinquete. Estay: cabo o cable que sujeta un palo.


© José Luis Alvarez Fermosel


¿Descubrieron los fenicios América del Sur?

América del Sur fue descubier­ta por los fenicios en el año 500 antes de Cristo, asegura el pro­fesor Lienhart Delemar, de la Universidad alemana de Bonn.
En cualquier caso, colonos fenicios y he­breos llegaron antes de Cristo a Santiago del Estero, se desprende de reliquias encontradas en esa provincia del norte argen­tino, a 1.247 kilómetros de Buenos Aires.
En el museo de Santiago del Estero hay restos arqueológicos con inscripciones en lengua fenicia que no difieren de las halla­das en otros lugares y de las que fueron au­tores varios pueblos del Asia Menor que vivieron milenios antes de Jesucristo.
Varios investigadores sostienen que in­finidad de reliquias arqueológicas yacen aún sepultadas bajo el inmenso Chaco santíagueño, a la espera de ser descubiertas.
Según estudios realizados por científicos, las inscripciones son idénticas a las encon­tradas en Perú y en la India y fueron hechas con escritura circular.
Pero, ¿cómo llegaron hace 2.000 años a Santiago del Estero hombres del Asia me­nor?
Los investigadores parecen haber halla­do una pista en inscripciones en Santiago del Estero y la provincia limítrofe de La Rioja. La escritura es de dos tipos: hebreo ar­caico y fenicio de Biblos.
Otro elemento que tal vez podría arrojar alguna luz sobre el tema es un banderín de la tribu de navegantes hebreos Zabulón, descubierto también en estas lejanas latitu­des del continente americano.
Los científicos pretenden ahora recom­poner un "puzzle" casi indescifrable, recu­rriendo a fuentes bíblicas.
La Biblia dice que el rey Salomón envió una expedición mixta de marineros fenicios y judíos de la tribu Zabulón a buscar oro al país de Orphir.
Cabría entonces la posibilidad de que al­gún barco de la expedición se hubiera per­dido en la compleja singladura y penetra­do en el ancho Río de la Plata, navegando río arriba por el Paraná, como hacían los intrépidos nautas que recorrían el Nilo.
Para ayudar a comprender lo difícil que resulta precisar hoy día esos descubrimien­tos, no vendría mal recordar lo sucedido en Australia.
La revista “Búsqueda” de Buenos Aires, especializada en temas de divulgación y en­sayo, aportó ciertos datos de interés a la so­lemne historia oficial.
“Búsqueda” recordó que Australia fue des­cubierta en 1601 por un portugués llama­do Godinho de Eredia.
En los últimos años -señaló la revista- se han descubierto por lo menos seis yaci­mientos de objetos fenicios, tres de los cua­les aparecieron en la costa oriental de Aus­tralia, la más alejada del Viejo Continente.
El también portugués Vasco de Gama encontró en 1498 la vía marítima entre Europa y la India, bordeando África. Los igualmen­te lusitanos Fernao Pérez y Jorge Alvarez descubrieron la ruta que conduce a China en 1517. Esos dos caminos eran ya conoci­dos por Oriente y Occidente. Cuando el le­gendario veneciano Marco Polo llegó a Chi­na por tierra entre 1271 y 1295, se encontró con cristianos nestorianos.
Los estudiosos estiman que las inscrip­ciones de Santiago del Estero constituyen uno de los descubrimientos más importantes de los últimos tiempos. Pero todavía no se aventuran a dar una definición concreta.
Hay coincidencia, empero, en que las inscripciones son fenicias, lo que quiere de­cir que esos colonos vivieron hace miles de años en lo que actualmente es parte de la República Argentina.
A medida que se citan los hechos, la con­fusión es mayor y el monumental edificio de la historia se tambalea.
La mayoría de los descubrimientos con­forma un tablero de ajedrez muy compli­cado, sobre el que se devanan los sesos me­ticulosos científicos.
Algunos de ellos, tratando de rizar el ri­zo, sostienen que son extraterrestres los res­ponsables de las inscripciones jeroglíficas y otras esotéricas zarandajas que complican ahora la vida de los estudiosos.
Pero ésa (la de los extraterrestres) es otra historia, que diría Kipling.


© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 26 de julio de 2008

Permanente presencia

La Argentina se puso de moda en España a finales de la década del cuarenta, con la llegada de los barcos con carne y trigo.
En los años cincuenta y sesenta, y aún después, la Argentina siguió vigente en la vida de los españoles.
Los niños leíamos la revista “Billiken” y, las señoras, “Para Ti”, la antigua: la que traía en las páginas interiores la historieta de Pelopincho y Cachirula y cuyas portadas mostraban bellísimos rostros de mujer, siempre con grandes pamelas en la cabeza, dibujadas por un pintor chileno llamado Raúl Manteolas.
Todo el mundo cantaba tangos. La gente se sabía las letras de memoria. Y algunos entendían el lunfardo.
La primera churrasquería argentina abrió sus puertas cerca de la Gran Vía de Madrid. Era de una pareja de cómicos que parece ser que hicieron furor en Buenos Aires en los años cuarenta y se llamaban Tranquilino y Esmeralda.
Poco tiempo después, las parrillas argentinas se expandieron por toda la ciudad y los madrileños nos poníamos como el Quico comiendo a dos carrillos chinchulines, mollejas, tripa gorda y otras de las llamadas achuras en Argentina y menudencias, o entresijos en España.
En cuanto al bife de chorizo, nuestros compatriotas nos hacían siempre la misma pregunta, con su poquito de guasa: “pero, ¿es un bife… o es un chorizo?”.
La primera tanguería de la que uno tiene memoria estaba también cerca de la Gran Vía y se llamaba El Rincón del Tango. En ella cantaba con desgarro tangos y milongas “La Gata”, que tenía unos ojos verdes preciosos. Creo que la acompañaba al bandoneón un tal Alberto, probablemente su hombre.
“La Gata” fue sustituída por Carlos Acuña, que había venido de no sé dónde. También cantaba, vestido de gaucho, en el cabaré Morocco, en la calle Marqués de Leganés, donde Naima Cherky bailaba magistralmente, noche tras noche, la danza del vientre al son del bongó que percutía su fiel bongosero Alí, marroquí como ella.
Carlos Acuña salió una noche a cantar en El Rincón del Tango y vio que en la primera fila, entre unos cuantos amigos argentinos y españoles que sabían hablar “al vesrre”, había una chica muy mona, con unas piernas sensacionales que mantenía cruzadas. Antes de empezar a cantar, Carlos “chamuyó”, sin dirigirse a nadie en particular: “¡Che, jovie, campaneá las gambas de la nami!”. Sólo los iniciados en el argot porteño soltamos la carcajada.
Acuña cantaría tangos después en Radio Madrid en una serie sobre la vida de Carlos Gardel que produjo, con guión del catalán José Mallorquí, el chileno Raúl Matas, también afincado en Madrid. Poco después, Carlos, que no dejaba de trabajar aquí y allí con un éxito impresionante, se hizo amigo de Juan Perón y empezó a visitarlo regularmente en su quinta de Puerta de Hierro, pero sin ningún interés político.
Quienes teníamos entonces amigos argentinos y estábamos al tanto de los usos gastronómicos porteños, quedábamos muy bien invitando a comer a nuestros paisanos pastel de papas, tira de asado o bife de chorizo –de carne que seguía viniendo de Argentina- y “postre de vigilante”: queso fresco y dulce de batata.
Pepe Iglesias, “El Zorro”, había armado una verdadera revolución trabajando en la radio y luego, aunque con menos éxito, en la televisión. Otro tanto le pasó al uruguayo Juan Carlos Mareco, “Pinocho”. Todo el mundo repetía y cantaba los dicharachos y las canciones de los dos en todas partes.
En las postrimerías de los 70 nos codeábamos con Alberto Cortez, Luis Aguilé, Analía Gadé, Alberto Marcó, Susana Campos, Alberto de Mendoza, Carlos Estrada, Alberto Dalbes y otras otras entrañables gentes de la farándula porteña.
¿Y qué decir de Alfredo Di Stéfano, “La saeta rubia”, si nos referimos al fútbol? Alfredo no fue el único jugador argentino que triunfó en España, pero sí el que lo hizo de forma más continuada y espectacular.
Antes de que Radio Madrid (Emisora Central de la Sociedad Española de Radiodifusión), cerrara sus transmisiones a la una de la madrugada, una periodista argentina de voz de seda llamada Delia Porciana hablaba de Buenos Aires. Y uno soñaba con venir.
Creo obligado escribir todo esto aquí. Es gratitud y es recuerdo.



© José Luis Alvarez Fermosel


Nota relacionada:
26-07-2008: “El año argentino de España”
(
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/07/el-ao-argentino-de-espaa.html)

El año argentino de España

Un 26 de julio como hoy, hace 56 años, murió en Buenos Aires María Eva Duarte de Perón (1919/1952) a los 33 años de un cáncer de útero. Fue la segunda esposa del general Juan Domingo Perón (1895/1974), creador del movimiento popular denominado justicialismo o peronismo –la tercera posición: “ni yanquis ni marxistas, peronistas…”-.
Perón presidió Argentina en tres oportunidades. Después de su derrocamiento en 1955 por la llamada Revolución Libertadora, transitó por varios países latinoamericanos y al cabo se asiló en España, donde vivió por espacio de casi veinte años.
Eva Perón viajó a España en 1947: el año argentino de España.
“Lo mismo que en las exposiciones internacionales se dedica un día a cada uno de los países participantes, la historia de la España contemporánea tiene, en justicia, que dedicar aquel año a la nación argentina. Es la mínima gratitud que merece el país que nos alimentó doblemente: en lo material y en lo espiritual. Estremece pensar lo que hubiera sido de nosotros sin el trigo, los huevos y la carne que nos mandó el gobierno argentino".
Esto nos dijo Fernando Vizcaíno Casas, quien fue el mejor abogado laboralista de España, espe­cialista en Derecho Cinematográfico y, además, uno de los escritores más populares de la historia editorial, ya que vendió más de cuatro millones de ejemplares de sus libros. Tenía en su haber, entre otras distinciones, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
Esta entrevista se públicó por primera y única vez en el semanario hemisférico “Tiempos del Mundo” –que se editaba en 17 países latinoamericanos y tres ciudades estadounidenses: Washington, Nueva York y Miami-. Sale a la luz ahora en este blog con carácter de (retrospectiva) primicia.
El apoyo de los argentinos en esos años tan difíciles para nosotros fue inestimable. Lo subrayó la llegada del emba­jador de Argentina -cuando todos los demás se habían ido- y de la propia esposa del presidente de la República, Eva Duarte. La sensibilidad del español, tan agudizada en aquellos tiempos, supo valorar debidamente el rasgo del gene­ral Perón.
En octubre de 1946 se había firmado un tratado comercial hispano-argentino, que se cumpliría el año siguiente.
Cuando las Naciones Unidas acordaron la retirada de España de todos los embajadores -por entender que la Península era partidaria del Eje (1)-, el gobierno argentino del general Juan Perón no sólo votó en contra sino que decidió inmediatamente el envío de un embajador, puesto que el cargo estaba vacante. Fue nombrado Pedro Radío, que llegó a Barcelona el 13 de enero a bordo, además, de un barco de bandera española. (No se escatimaron los detalles, tan importantes.)
El embajador Radío, a quien se dis­pensó un caluroso recibimiento, declaró a los periodistas: "Vengo cumpliendo un acto normal y regular de mi gobierno: el envío del representante del pueblo argen­tino ante el pueblo español. Con este acto el gobierno argentino no desafía a nadie. España es para nosotros única e indivi­sible desde los Reyes Católicos. El amor a ella jamás se ha interrumpido."
Hermosas palabras, que esta vez no fueron sólo palabras. La agencia española de noticias EFE anunció, al mismo tiempo, que de la Argentina lle­garían a España, durante 1947, un mínimo de 400.000 toneladas de trigo, 120.000 de maíz, 8.000 de aceites comestibles, 16 de tortas ole­aginosas, 100.000 de lentejas, 20.000 de carne conge­lada, 5.000 de carne salada y 50.000 cajones de huevos. Por su parte, España envia­ría 5.000 toneladas de chapa negra, 5.000 de plomo, 5.000 de corcho, 600 de papel para cigarrillos y 200 de aceitu­nas.
El 26 de marzo, toda la prensa española recogía ensus titulares de primera página unas declaracionesdel ministro de Industria y Comercio, Juan Antonio Suanzes: "Carne y trigo argentinos aseguran el abastecimiento de España duran­te este año".
Aquéllo
–recordó Vizcaíno Casas- supuso para nosotros un respiro, porque la España de entonces seguía enfrenta­da a diario con el 'pavoroso espectro' del hambre. Y el hambre total quedaba descartada gracias a la Argentina".
- ¿Recuerda la llegada de Eva Perón a España?
- ¡Perfectamente! Llegó el nueve de junio en visita oficial. El entusiasmo de los españoles fue excepcional. En pocas oportunidades el viaje de una personalidad política justificó como entonces el fervor de las muchedumbres. Cientos de miles de madrileños aclamaron a Evita en la Plaza de Oriente.
- La verdad es que tenían motivos para hacerlo.
- Desde luego. Evita representaba el país que nos daba de comer, pero tam­bién, y eso fue lo más importante, nos apoyaba moralmente en medio del aban­dono general. La señora de Perón era, por otra parte, la líder de los "descamisados", la mujer que estaba llevando a cabo una profunda revolución social en favor de las clases humildes de su país. (Eso no le impidíó hacer en España sus apariciones públicas vistiendo las más elegantes "tenues" y unas preciosas capas de visón, a despecho del agobiante calor del junio madrileño.)
- ¿Y qué dijo la prensa?
- La prensa se volcó también en homenajes a la primera dama argentina. El diario “Arriba” dijo: "Madrid entero rinde homenaje a la Argentina en la persona de María Eva Duarte de Perón". Bajo el título "Mensajera de amor y paz", el diario “Madrid” escribió: "Lo mejor del grandioso espectáculo que ofreció Madrid ayer con motivo de la lle­gada de la señora de Perón fue su sincera cordialidad”.
- ¿Qué más recuerda de la visita de Eva Perón a España?
- Pues que visitó El Escorial (2), el castillo de la Mota (3), las ciudades anda­luzas de Granada, donde recorrió las calles en coche de caballos, y Sevilla -aquí rezó fervorosamente ante la Virgen de la Macarena-, Santiago de Compostela, en Galicia, y Barcelona, la segunda ciudad de España, en Cataluña, adonde acudió el general Francisco Franco, que entonces regía los destinos de los espa­ñoles, a despedirla. Allí, en la capital catalana, se le rindieron homenajes espe­ciales. Evita estuvo especialmente cauta y feliz en sus declaraciones. Destaque­mos esta frase suya, indudablemente cer­tera y oportuna desde un punto de vista político: "No he venido a formar ejes, sino a tender un arco iris".
Eva Perón se fue de España en olor de multitud. Y continuaron llegando, gracias a Dios, los envíos alimenticios de su país. Al mercante Quitay, que trajo al puerto de Barcelona 604.000 kilos de carne congelada procedente de Argentina, se lo recibió también con alegría.
El año 1947 fue, verdaderamente, el año argentino de España.


(1) Alianza político-militar establecida en 1936 entre Berlín y Roma. Después se unieron Japón, Hungría, Rumania y Bulgaria.
(2) Pueblo de España, en la falda de la sierra del Guadarrama –a 50 kilómetros de Madrid-, donde está el famoso monasterio, considerado como la octava maravilla delmundo, que el rey Felipe II mandó construir en 1563 para conmemorar el triunfo de los españoles contra los franceses en la batalla de San Quintín, en 1557.
(3) En el castillo de la Mota, en Medina del Campo (Valladolid) murió en 1512 la reina Isabel La Católica.



© José Luis Alvarez Fermosel




lunes, 21 de julio de 2008

Recordando a Alfonso Sánchez

Tengo una amiga catalana que cocina como los dioses. Tan así es que le invita a uno a comer y después no se puede ir a otro sitio porque en ninguno se come tan bien como en su casa.
Mi amiga, cuyo nombre de pila es Àngels, vive en un piso amplio y luminoso –para lo que son las viviendas hoy en día- del barrio de Núñez de Buenos Aires. Un jardín terraza con infinidad de plantas y flores y una casita con alpiste y agua para pájaros, que la visitan a diario. La gata "Mimi". Libros, “compact discs”, diremos para ajustarnos a la terminología al uso; cuadros y “bibelots” por todas partes.
El domingo fuimos Maite y yo a comer a su casa. Nos quedamos a cenar, ya que estábamos. Comimos y bebimos como siempre, maravillosamente. Sopa de pescado, gambas al ajillo, calamares rellenos, espalda de cordero, trilllas, queso, “goulash”, ensalada de frutas frescas, un vino tinto buenísimo, coñac Napoleón…
Charlamos agradablemente de todo un poco. Àngels es una persona culta, habla varios idiomas, ha vivido en Francia y trabajado en su Barcelona natal siempre con libros, a tal punto que puede decirse que nada referente a los libros le es ajeno; es una lectora impenitente y apasionada y tiene una biblioteca impresionante.
Recordamos en un momento dado a algunos de los escritores españoles de finales de los protéicos y encantadores años sesenta. Muchos escribían en los periódicos, que salían espléndidos, gracias a ellos.
Salió a relucir Alfonso Sánchez (foto), un columnista con quien yo estuve indirecta y humorísticamente relacionado por una anécdota que provocó mi hermano Manolo, que era un gran bromista y tenía un irreprimido sentido del humor.
Alfonso Sánchez escribía de todo, y muy bien. Era un excelente crítico de cine y un hombre bueno y afectuoso, a pesar de que a veces ponía cara de ogro para asustar a los niños y, a renglón seguido, darles caramelos.
Transcribo al pie de la letra los párrafos que le dedicó Paco Umbral en su libro “Las palabras de la tribu”:
“Además de Neville está López Rubio, finísimo en el teatro y la prosa, y hasta Ruiz Iriarte ya como estriba­ciones generacionales. En cuanto a los humoristas grá­ficos, tan literarios, Herreros es el Solana del chiste, Mingote es el Picasso de los periódicos, Chumy es el surrealismo en crudo, que todavía hoy tiene un alum­no, el Roto, y, finalmente, el gran ‘cronniqueur’ genera­cional, Alfonso Sánchez, que creó un género de colum­na periodística que no se conocía en España, y cuya clave me explicaba un día:
-A nuestras marquesas y nuestros políticos tene­mos que prestarles nuestro ingenio, Paco, porque ellos no dicen nada.
Una tarde, como tantas, fui a buscarle a la redac­ción del Informaciones. Estaba haciendo la columna.
-¿De qué escribes hoy, Alfonso?
-Estoy deseando terminar para saberlo.
Alfonso era bajo, calvo, solterón, protegido de los Fierro (1), gangoso y gracioso, de un gran ingenio conversacional, un talento ‘mondain’, francés, interesado por lodo lo exterior, del cine a los toros. Parece que, previo pago, se beneficiaba a las modelos más exquisitas de Madrid, que por entonces eran las de Pedro Rodríguez, Herrera y Ollero y toda aquella gente, entre la que yo conocí a la malvada y gildeana Belén. Alfonso se obsti­naba en que él y yo estábamos igual de sordos y de ca­tarrosos, lo cual no era verdad, pero cuando el acata­rrado era yo venía a casa, me daba conversación y me regalaba una corbata.
-Le he regalado otra igual a Perico Chicote, que anda jodido, el hombre.
Su sección en ‘La Codorniz’ se llamaba «Nada con si­fón» y la firmaba Chistera. No se puede escribir nada, tan primoroso sobre la pura nada, una nada de arabes­co, mundanismo y gracia. Una nada plateresca. Alfon­so es un talento olvidado en este país sin memoria lite­raria. Así nos va. Tenemos tanta gente como Francia, pero no tenemos memoria, lo cual es una manera fina de decir que no tenemos cultura.”
Alfonso Sánchez era un fumador empedernido. Fumaba más de 40 cigarrillos al día y sus toses atronaban la redacción del vespertino “Informaciones”, en el que trabajó una temporada, así como las de César González-Ruano, compulsivo fumador de tabaco negro, detonaban en los cafés que él había convertido en sus reductos literarios. Alfonso fue el autor de la frase: “Compañero y, sin embargo, amigo”, me recordó Manolo Martín Ferrán el otro día en una carta.
Fueron los últimos bohemios, los últimos golfos y también los últimos “dandies”, los últimos escritores que enaltecieron los diarios con sus artículos a cambio de una soldada que no les alcanzaba para pagar las cuentas de bar y al sastre.

(1) Una de las familias mas adineradas de la época.


© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 16 de julio de 2008

Perra vigila tras una almohada

La perra –porque es una perra y se llama “Dolce”, lo sabemos-, al parecer vive sola, queremos decir que duerme sola, que no tiene perro.
No le faltan comodidades, sin embargo; se ve que dispone de un lecho mullido y buenas almohadas.
¿Quién le habrá puesto el despertador a las cinco y media de la madrugada? Se nota que es de mañana, o de madrugada, porque la lámpara que hay al lado del despertador rojo está encendida.
¿Tendrá la perra que ir al veterinario, y por eso se levanta tan temprano? Pero las veterinarias abren a partir de las nueve o las diez
A la perra se la ve saludable. Incluso con cara de estar gastando una broma. Tal vez se haya subido a la cama de sus amos en un descuido de ellos, o con su consentimiento, y se atrinchera tras una gran almohada negra, o azul y blanca a cuadros, asomando la cara, no vaya a pasar algo y ella se lo pierda.
Los perros, como otros animales, poseen sentido del humor, a diferencia de muchas personas, que así les va. Y, desde luego, cuando tienen ya algunos años son comodones, aunque no tanto como los gatos, cuyo sentido de la comodidad y su capacidad para gustar de ciertos placeres como la soledad, la independencia, la autogestión y la siesta raya en el sibaritismo.
Perros, gatos, loros, elefantes, águilas, ballenas, monos… Cuán queribles son todos; y los domésticos, las mascotas, cómo nos alegran la vida, cuántas lecciones de humildad, lealtad, afecto y simpatía nos dan.

Foto:
De la serie “Dolce”
© Maite
© José Luis Alvarez Fermosel




domingo, 13 de julio de 2008

A Cabo Polonio en camello

A miles de kilómetros del de­sierto del Sahara, Adauto Puñales, cuando fue intendente del departamento uruguayo de Rocha, utilizó camellos como transporte ecológico a fin de sortear cuatro kilómetros de dunas, declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad en Cabo Polonio.
Cabo Polonio es una aldea de pescadores sin luz, amenazada por el turismo pesado y los todo terrenos. Está a 250 kilómetros al este de Montevideo, sobre el océano Atlántico. Puñales se empeñó en conservarla. Y lo consiguió.
Pocos intendentes habrá tenido Rocha tan tradicionales, carismáticos y, sobre todo, con tanto sentido del humor como Adauto Puñales, quien llevó, en efecto, los camellos a Cabo Polonio en 1994.
El problema que se le habrá planteado a Puñales para llevar los camellos a Cabo Polonio no debió ser fácil, precisamente, pero más difícil fue, con toda probabilidad, atravesar el desierto de Nevada en camello en las postrimerías del siglo XIX.
La ocurrencia se debió a un teniente de la Marina estadounidense, Edward Fitzgerald, quien pensó en usar los camellos por la sobriedad y resistencia al calor y al frío de estos animales. Washington estuvo de acuerdo e inmediatamente se creó el Cuerpo de Camelleros del Ejército de los Esta­dos Unidos, que reunió en marzo de 1856 un rebaño de camellos en Campo Verde, cerca de San Antonio de Texas, donde se maniobraba con ellos con la ayuda de guías traí­dos de Egipto, Siria, Turquía y Libia.
Un recorrido de media distancia en­tre Texas y California no resultó mal. Los camellos aguantaban el agobiante calor, resistían caminatas interminables y mal que bien pres­taban un servicio. Pero cuando los entrenadores, cumplidos sus con­tratos, volvieron a sus países, ningún soldado consiguió que un solo ca­mello le obedeciera porque ningu­no entendía el inglés, sino el árabe.
Los muleros norteamericanos, acos­tumbrados a tratar con animales tan tercos como las mulas, no pu­dieron hacer carrera de los came­llos, que permanecían completa­mente sordos a sus órdenes. Ade­más, los muleros se mareaban en lo alto de aquellos gigantescos anima­les, que se mecían al trotar como un barco en mar gruesa.
Así que el Estado Mayor, entre mandar soldados a África para que aprendieran árabe y pudieran dirigirse a los camellos en ese idio­ma o prescindir de éstos, optó por lo último. Los camellos fueron "licenciados", por así decirlo. Y, lo que es peor, subastados. El Depar­tamento de Guerra se encargó de liquidarlos.
Uno de los guías egipcios, Hadji Alí, un tipo tan pintoresco como Adauto Puñales, se quedó en el Oeste americano, al que se adaptó mejor que sus animales. Se hizo buscador de oro y los yanquis lo aceptaron sin reservas, pues era un hombre inteligente, de temperamento bromista como Adauto Puñales, que aprendió inglés en poco tiempo. Los americanos lo llamaban "Hi Jolly" (algo así como "¡Hola, sim­pático!", en español).
Hadji Alí no encontró mucho oro, pero se divirtió de lo lindo en el Far West, donde desestimando alguna de las prohibiciones de su religión, como la de no beber alcohol, se aficionó al whisky de centeno, del que hacía un consu­mo más que regular.
Alí murió en 1902. Y si se habrá hecho querer por la ruda gente del Oeste que en Quattztite, un pe­queño poblado del desierto de Arizona, se yergue hoy un monumento que honra su memoria.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

30-12-2005: “Adauto: El Hombre”
http://www.uruguayinforme.com/news/30122005/30122005_dornel_adauto.htm










Hombres..., ¡a depilarse!

Antes, es decir, hasta hace muy poco tiempo, eran sólo las mujeres quienes se depilaban. Bien, pues ahora, es decir, desde hace mucho tiempo lo hacen también los hombres..., incluídos los de pelo en pecho; perdón, los de pelo en pecho, más y mejor.
Porque los hombres de pelo en pecho, precisamente, han entrado en la categoría de "out": están fuera de onda y, como es sabido, el que está fuera de onda no es “cool” y no ser “cool” es una tragedia, que dijo aquél.
Un nuevo cánon para los varones dignos del honor de figurar en las portadas de las revistas de moda de gran tirada, o de protagonizar anuncios publicitarios en la televisión es la ausencia de vello corporal.
La agencia de modelos Ford, una de las más prestigiosas de Washington, recordó no hace mucho que la cosa no es de ahora, porque la explosión de los gimnasios y el culto al músculo que parieron a los fisicoculturistas impusieron la depilación.
Los muchachos con avanzadas aspiraciones estéticas se someten ahora en masa a las técnicas depilatorias de último momento con rayo laser.
Un famoso estilista de la capital norteamericana informó que
"antes sólo venían a mi establecimiento los travestis y ahora tengo en él hasta cuarenta hombres a la semana".
El selecto salón de Elizabeth Arden hace tiempo que contrató especialistas que se ocupan de dejar a los clientes mondos y lirondos.
Es que se lleva mucho el hombre-niño, el hombre-mujer; el hombre que va con su esposa, o solo, a determinados establecimientos donde ofrecen a los caballeros ropa de mujer para que se la prueben y anden durante algún tiempo de aquí para allí en los salones, con blusas, faldas, medias y zapatos de tacón alto. Dicen que experimentan una sensación muy placentera. Vivir para ver.
Cierto sector de la "intelligentsia" washingtoniana -que ya se está ocupando de estas tendencias-, atribuye la moda del depilado masculino al paso de la sociedad industrial a la tecnológica. En ésta última, al parecer, el pelo en el hombre sobra y de ahí otra moda: la de afeitarse la cabeza.
El caso es que desde Madison Avenue, en el corazón de Washington, se impulsa también el adiós a los velludos torsos masculinos que eran hasta hace poco tan “sexies” para las mujeres de rompe y rasga.



© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 12 de julio de 2008

El decálogo de Spock

Las barbaridades que hacen ahora los chicos -y no tan chicos- en los colegios, entre ellas pegar a las profesoras, ingresar en las aulas con revólver y apuñalar a compañeros, por no citar más que unas pocas, ha originado, como no podía ser de otra manera, un debate en la sociedad que hasta ahora no ha producido resultado positivo alguno, en el sentido de revertir tales desafueros.
Se habla, entre otras cosas, de que la culpa de estos desmanes se gesta en los hogares donde los padres no educan a sus hijos como Dios manda.
Recordemos el conocido decálogo del brillante médico estadounidense Benjamin Spock, padre de la pediatría y la pedagogía mo­dernas, universalmente fa­moso por su manual para el cuidado de los niños, "Tu hijo", el libro más ven­dido de todos los tiempos después de la Biblia: 40 mi­llones de ejemplares en 39 idiomas. Todavía se venden 500.000 al año.
He aquí el decálogo de Spock, aplicable a los padres en este desquiciado mundo de 2008:

1- Respetar al niño.
2- Hacerse respetar por él.
3- Mantenerlo alejado de la televisión y los videos.
4- No impulsarlo a ser demasiado com­petitivo.
5- Pensar menos en su ca­rrera y más en él.
6- Atención a su dieta: la grasa no es bella.
7– Escuchar y atender sus necesidades emotivas.
8- No humillarlo jamás.
9– Recordar siempre que él observa: el ejemplo que se le dé será siempre fundamental.
10- No escatimar cariño.

Spock fue candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Otro de sus libros, “Un mundo mejor para nuestros hijos”, constituyó también un “boom”.


© José Luis Alvarez Fermosel


La leyenda del "bleistift"

Un carpintero alemán, Kaspar Fa­ber, inventó el lápiz en 1761.
Es­te pequeño y alargado utensilio para escribir y dibujar, hecho de madera con el ánima de grafito, mereció ensegui­da los elogios de cuantos lo usaron, entre ellos Vincent Van Gogh, Peter von Cornelius, Wilhelm von Kaulbach, Jean Dominique Ingres y Gustavo Doré.
Fa­ber, a cuyo apellido se agregó el del con­de Alexander zu Castell-Rüdenhausen, creó el legendario imperio germano del lápiz Faber-Castell, cuyo glorioso pasado se conserva en el castillo que la familia posee en Stein, cerca de Nüremberg.
Kaspar Faber (1730/1784) comenzó a producir sus primeros y sencillos “bleistifte” (lápices) antes de la Revolución Francesa.
Lothar Faber (1817/1896), tres generaciones después, sacó adelante la producción y la venta con un esfuerzo que le valió el tí­tulo de barón y a su familia la noble de­nominación de Consejo Imperial Heredi­tario de la Corona de Baviera.
La suerte del hombre trabajador se completó con el descubrimien­to y la posterior adquisición de una mina en Siberia, cuyo grafito era mejor que el entonces famoso de Cumberland (Cana­dá).
Faber se hacía traer los bloques de grafito a lomos de reno o por barco has­ta Stein. Al promulgar el Parlamento del Imperio Alemán en 1875 una ley de protección de marcas, el lápiz Faber-Castell se convirtió en el primer ar­tículo patentado en Alemania.
Se le había añadido el nombre de Castell porque Wilhelm von Faber (1851-1893), hijo del primer barón de la familia, casó a su única hija, Otilie con el conde Alexander zu Castell-Rüdenhausen (1866/1928).
En vir­tud de un edicto del príncipe regente Luitpoldo se autorizó a la pareja y sus descendientes a usar el nombre com­puesto de Faber-Castell.
El lápiz obtuvo medallas de oro y plata en las exposiciones de París, Lon­dres, Berlín, Munich y Nueva York.
Antón Wolfgang, conde de Faber-Castell (foto), es el actual director de la empresa. Naci­do el 7 de junio de 1941, estudió econo­mía en el Crédit Suisse White & Weld en Nueva York y Londres y Derecho en Zurich.
El conde Toni, como le llama afec­tuosamente todo el mundo, fundó junto con Curt Heigl la Institución de Dibujantes de la Ciudad de Nüremberg, que desde 1980 otorga todos los años una beca a dibujantes con talento, quie­nes pueden residir en esa ciudad alema­na y desenvolverse en ella con una generosa asignación para sus gastos durante seis meses.
Entre los be­cados hasta ahora están figuras tan nota­bles como el polaco Mariusz Lukasik, el británico lan McKeever, la alemana-lu­xemburguesa Annad Recker, el austríaco Alois Köchl y la japonesa Leiko Ikemura. Todo un imperio descansa en la punta de un lápiz.
Desde mediados de la década del 80, la compañía opera un proyecto de forestación sustentable en Brasil. Bosques de coníferas constituyen la materia prima para los lápices de madera de Faber-Castell y, además, son un hábitat de numerosas plantas y animales, entre ellos 178 especies de aves, 40 de reptiles y 36 de mamíferos.
La empresa ha contribuído durante varios años a mantener la biodiversidad y a educar a los habitantes de la zona para que vivan en armonía con la naturaleza.
El conde Toni ha dicho:
“No se necesita ser un visionario para darse cuenta de lo importantes que son los recursos naturales para las generaciones venideras. La responsabilidad social y ecológica forman parte de nuestros valores centrales y se aplican no sólo a nuestra marca, sino también a toda la organización”.



© José Luis Alvarez Fermosel

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Por qué hay personas inteligentes que hacen estupideces?

La estupidez inteligente puede atacarle a cualquiera y en cualquier parte. Las erupciones de in­teligencia autodestructiva abarcan una amplia gama, desde las situaciones embarazo­sas hasta los desastres.
El libro “¿Por qué hay personas inteligentes que cometen estupideces?”, de Mortimer Feinberg y John J. Tarrant, incluye algunas. Tomamos dos.
Un veterano ejecutivo de cuenta arruina una gran promoción al insistir en obtener un privilegio que no necesita ni siquiera desea. AI recibir un nombramiento que puede promover o arruinar su carre­ra, una analista financiera selecciona a los integrantes de un equipo, pero deja fuera a personas talentosas que podrían ayudarla, formando un equipo ineficiente que le hace fracasar.
El libro añade que esas personas tenían algo en común. Eran demasiado inteligentes como para haber cometido la estupidez que tanto daño les causó. De todos modos la hicieron, como también hi­cieron las suyas Douglas Mc Arthur, Richard Nixon, Margaret Thatcher, John Scully y otros muchos individuos competentes que, en situacio­nes críticas, dejaron de lado el sentido co­mún y actuaron como tontos, con lo cual se infligieron graves daños a ellos mismos.
Se dan a conocer, a renglón seguido, los cuatro pilares de la estupidez, que según el libro son la soberbia, la arrogancia, el narcisismo y el deseo inconsciente de fracasar. Los autores dan numerosos ejem­plos de gente inteligente que, por sober­bia, arrogancia, narcisismo y deseo in­consciente de fracasar ha cometido enor­mes estupideces.
Tomemos uno solo de los cuatro pila­res sobre los que suele descansar la personalidad de muchos de quienes los norteamericanos llaman hacedores de decisio­nes.
El libro dice: "La soberbia que con­duce a una arrogancia excesiva puede llevar a un individuo a cometer actos dis­paratados y destructivos. La arrogancia puede acabar con una ca­rrera”.
Gordon J. Curphy, de Personnel Decisions Inc. de Minneapolis, dice que muchos gerentes trabajadores, brillantes, ambiciosos y técnicamente competentes, fracasan porque son vistos como arrogantes, vengativos, poco confiables, egoístas, compulsivos, dominantes, insensibles, distantes, de­masiado ambiciosos e incapaces de dele­gar. Por tanto, aun­que el soberbio evite el repentino desastre, puede estar acumulando gradualmente una reputa­ción de arrogancia que al final le lleve a la ruina.
Para Feinberg y Tarrant es justificable que uno esté orgulloso de sus logros. Pe­ro el orgullo tiende a la soberbia y és­ta lo lanza a uno a los confines de las fantasías peligrosas. La soberbia es la compañera oscura de la brillantez personal.
Cuando las personas no tienen mucho de que enorgullecerse, ob­serva Stanislas Lazaras (estudioso del estrés y la emoción), tienden a identificar­se con un grupo famoso, ya sea religioso (una secta, por ejemplo), deportivo, étnico o nacional.
A veces se produce una mezcla de ingenuidad y arrogancia que en principio parecería imposible, pues una y otra son tan incompatibles como el agua y el aceite. Pero se da. Y equivale a un cóctel Molotov que a veces le estalla a uno en las manos. Lo malo es que el estallido suele alcanzar a muchos que, sin comerlo ni beberlo, pagan los vidrios rotos.
Hay casos de profesionales con una prolongada trayectoria que un día aciago, pese a su experiencia en administración de grupos y relaciones humanas y públicas, recomiendan a su empresa a un "bright boy", o muchacho brillante que luego resulta ser un vivillo bueno para nada.
Otras personas que ocupan cargos importantes se ene­mistan con sus homólogos y subordinados por tomar decisiones poco meditadas en virtud de las cuales sus émulos y em­pleados resultan decepcionados, cuando no dañados. La influencia de ciertos... "consejeros" puede ser nefasta en muchas ocasiones. Porque a estos picaros, por lo general, sólo les interesa hacer su negocio a costa de los demás.
Transcribimos al pie de la letra el final de “¿Por qué hay personas inteligentes que hacen estupideces?”: "En ciertas oportunidades las personas inteligentes cometen estupideces porque son traicio­nadas por su intelecto. Sea bondadoso con su inteligencia. Manténgala en forma y podrá confiar en ella, porque hará lo que usted necesite sin tenderle ninguna trampa. Cuando lo logre, ¡encontrará que ser in­teligente no tiene ninguna desventaja!".

(1) Ediciones Granica. Buenos Aires, Barcelona, México. Edición origi­nal: Fireside of Simon and Schuster Inc. Tra­ductora: Adriana Oklander. 302 páginas.
© José Luis Alvarez Fermosel


lunes, 7 de julio de 2008

Azul

El azul del cielo. El cambiante azul del mar. Los azules y blancos de “El Rapto de Europa”, de Tiépolo. El azul total, fluido, sólido y líquido a la vez de “Las bañistas”, de Cézanne.
El azul eléctrico, levemente tornasolado del cuello de los patos salvajes. El duro azul mate del lapislázuli. El azul de una sonrisa. Unos ojos azules.
Azul la primavera, el relámpago, los zafiros, las alas de las libélulas; los turbantes de los saharahuis, los hombres azules del desierto.
La hierba turquí del poema “La flor, tú”, de Juan Ramón Jiménez.
Los versos de Mallarmé: “… Ou fuir dan le révolte inutile et perverse? Je suis hanté. L’Azur, L’Azur, L’Azur!”.

© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 5 de julio de 2008

Oro y Cándido

No se asusten, que este blog no se ha plegado a la costumbre, tan extendida en los medios de comunicación social, de decir palabrotas a troche y moche y sin ninguna justificación.
Decir palabrotas no es tan grave, si bien se mira. También las palabras del lenguaje familiar y las de la calle están en el diccionario y no hay por qué no decirlas.
Las llamadas malas palabras pueden usarse a discreción, aunque por lo general se utilizan sin ninguna discreción. El adjetivo se lo pusimos nosotros y en ese sentido evocamos al inolvidable Roberto Fontanarrosa y sus consideraciones al respecto en aquel congreso de la lengua. Ninguna palabra, sobre todo ninguna interjección es mala. Malas son las intenciones de quienes las dicen para insultar o denigrar.
Carajo no es, a mi juicio, un vocablo inconveniente, ni maldiciente ni malsonante; es una expresión rotunda, que se dice mucho en el campo, consecuencia directa de un estado de ánimo.
Uno encuentra al término cierta eufonía popular y, desde luego, lo prefiere a otros característicos de la cursilería, la pedantería y la vaciedad posmodernistas, todos en inglés, claro, como “groovy” (genial), “cool” (muy de onda), “trendy” (moderno) y varios más propios de los “cool hunters”, o detectores de fenómenos “cool”.
Carajo, además –digámoslo de una vez- es el nombre de una grapa añeja de Catamarca hecha a partir de la destilación de orujos(1) frescos de uvas moscatel. Este noble aguardiente está elaborado y puesto en botella por Bodegas Nanini SRL en Sijan (Poman, Catamarca) y desarrollado y comercializado por Sabores de la Argentina, que tiene en sociedad Marcelo Epstein.
Carajo puede tomarse voluptuosamente en vasitos “ad hoc” una de esas tardes grises de invierno, en grata compañía o “alone, alone with sky of romance” (2) en “Oro&Cándido”- Mercado Contemporáneo (*), en el barrio de Palermo.
“Oro&Cándido” es un simpático y acogedor reducto, mezcla de “colmao” español, pulpería argentina, almacén de campo, bar sin barra, tienda “gourmet” y pequeño restaurante de carta reducida que incluye, empero, carnes de caza, ahumados, quesos de cabra y oveja, fiambres y dulces regionales como el cayote, el mamón, los arropes y los borrachitos salteños.
Todas esas “delikatessen”, asi como varios tipos de panes artesanales y conservas, escabeches, mermeladas, aderezos y salsas en frascos y latas se ofrecen en estanterías, refrigeradores y alacenas a la vista del público.
Un lugar nuevo y muy ameno, ideal para paladares negros. Mobiliario sencillo. Reproducciones en color de viejos avisos comerciales en las paredes encaladas. Antiguas bolsas de la compra colgando de algunos muebles. Los diarios del día. Inés atiende las mesas con simpatía y eficacia y hay otras bellas gentes que la secundan. El servicio es muy bueno y los precios razonables. De momento, no tienen tarjetas de crédito. Abren de 10 a 22 de lunes a jueves y de 10 a 24 los viernes y los sábados. Cierran los domingos.
¡Carajo!, y esto es un brindis.


(1) El residuo que deja el procesado de la uva.
(2) Solo, sólo con cielo de romance.


(*) Oro&Cándido – Mercado Contemporáneo
Oro y Guatemala. Teléfono: (54) 11-4772-0656
http://www.oroycandido.com.ar/


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 1 de julio de 2008

De cuplés y coplas

En el panorama de la música española de los años veinte se inscribieron con letras de oro canciones populares llamadas “couplets” y luego, españolizadas, cuplés. Las letras se centraban sobre todo en el amor y el romance y las músicas eran cascabeleras –algunas no tanto- y pegadizas.
A finales de la década del cincuenta se produjo en Madrid un “revival” del cuplé, a partir de un programa cara al público de Radio Madrid, titulado “Aquellos tiempos del cuplé”, en el que la hermosa cantante pelirroja Lilián de Celis interpretaba magistralmente aquellas inefables canciones que deleitaron a nuestros abuelos.
Temas como “El polichinela”, “La violetera” –que Raquel Meller, con su voz delgadita, convirtió en un “hit”-, “Fumando espero”, “Las tardes del Ritz” y otros se escuchaban por todas partes.
Sara Montiel dio el espaldarazo al resucitado cuplé en la película “La violetera”, de Juan de Orduña, que catapultó al estrellato a la retrechera “Saritísima”, como la llamaban sus admiradores.
El gran cronista del Madrid de los años cincuenta y sesenta, César González-Ruano, dedicó una tercera página del diario monárquico ABC al cuplé. Evocaba
“(…) un Madrid más pequeño en el que todos nos conocíamos. Una Viena vista con gemelos de teatro al revés. Barbas de Cabriñana. Teresita Saavedra de frac…”Había una rosa, o sea, varias. Entre ellas "Rosita de Capuchinos", que era tan bonita que ni "pintá" por los pinceles de Murillo. Otra rosa era la "Rosa de Madrid", un cuplé de Soriano y Barta. Su primera intérprete fue Mercedes Seros, canzonetista de larga y brillante trayectoria discográfica. Margarita Sánchez cantó "Rosa de Madrid" con una voz fina y delicada. Quienes mejor la cantaron después fueron, por este orden, Lilián de Celis, Conchita Piquer y Sara Montiel.
La canción es un ejemplo de una tendencia muy marcada en la alocada y burbujeante década del veinte por la utilización del melodrama como referencia argumental casi exclusiva. "Rosa de Madrid" sobrevivió y se hizo intemporal.
Transcribimos parte de su letra:
"Un día que de gira nos marchamos,/mientras mi novio se hallaba ausente,/algunas sin querer nos alegramos,/y yo sin culpa, fui de un teniente./Buscando amparo para el hijo mío,/con Miguel y Enrique me encontré un buen día,/y vi que el novio que sufrió el desvío, era el más amigo del que yo maldecía./Y decían contemplando mi amargura: es Rosa de Madrid, pobrecita madrileña sin ventura,/la flor de Chamberí, la flor de Chamberí, la mocita todo amor, todo ternura,/de labios de rubí, de labios de rubí,/la que un día fue lozana, bella y pura,/la primorosa bella Rosa de Madrid...".La flor de Chamberí, según se desprende de la letra, debió ser, además de modistilla, una artista -probablemente de varieté- que una vez se fue de gira por provincias dejando a su novio en Madrid. Un día se alegró junto con otras muchachas –seguramente con champán- y…"fue" de un teniente. Se quedó encinta y alumbró un hijo, fruto de su pecado -¡qué delicuescente e inefable era el lenguaje de entonces!-. Rosa de Madrid no volvió a ver más a su novio. Pero un día, tal vez en las Vistillas o en la calle del Sacramento, se topó con él, que iba con su mejor amigo: el teniente seductor. Lo que no se explica es si el novio era Miguel y el teniente Enrique, o viceversa.
Hay otras versiones de la letra, como se escucha en la interpretación, magistral, de Lilian de Celis.
"Rosa de Madrid" es un chotis precioso que se incluye en todas las antologías y compilaciones de la música popular del viejo Madrid tan recordado por González-Ruano.



© José Luis Alvarez Fermosel Nota relacionada:

Nuevas normas, nuevas formas

El tiempo corre cada vez más aprisa. Los segundos tienen ya tanto valor en los salones como para las marcas de los atletas, en los estadios.
Un día, en cualquier recepción de embajada, un consejero o un secretario se acercará en un momento dado a vuestro grupo y os dirá sonriendo, eso sí:
"¡Oye, que os vayáis!”
Quizá falte media hora para el momento de irse, tal vez sean las diecinueve y el limite de permanencia marcado en la tarjeta de invitación sean las veinte; pero ese día hay muchos colados, o el embajador tiene otro compromiso y quiere hacer un descansito entre la copa en su casa y la copa en la ajena y manda a un propio a despejar el salón. Y aquí paz y después gloria.
Ya resuena en los elegantes salones con “boisserie” y gobelinos de las embajadas el clarinazo que anuncia a la neodiplomacia. Nuevas normas, nuevas formas.
Los neodiplomáticos, los altos funcionarios internacionales, los capitanes de empresa, los… "intelectuales" y otras personalidades encumbradas de gran relevancia y mucha gravitación son ahora fundamentalmente pragmáticos -algunos son pragmáticamente fundamentalistas, también-. ¡Han cambiado tanto los tiempos!
Pero lo valiente no quita lo cortés. Las buenas maneras y la cortesía no estorban, ni la elegancia, ni el buen decir, ni el sentido del humor.
Tampoco están de más la cultura, la discreción, la sencillez y el conocimiento, cuando uno viaja mucho, de una o varias lenguas extranjeras –el inglés, por lo menos, que se ha convertido en el idioma del mundo-, y no dominan casi ninguno de los estadistas y grandes prohombres de la América Latina.
Uno ha sido asombrado testigo de hechos que consideró al menos insólitos, en su azacaneo durante muchos años por legaciones, consulados y agregadurias. Ha visto, por ejemplo, a diplomáticos de ringorrango meterse el dedo en la nariz en recepciones. Delicadamente, ¡pero se lo metieron!
Tampoco se le escaparon a uno las narices de ciertos diplomáticos, que no eran narices sino mascarones de proa: erisipeladas, con grandes costras rojizas; narices bulbosas, llenas de pelos, estriadas, surcadas por venillas rojizas; narices afiladas y pálidas, casi cortantes y otras muy breves y respingonas, talmente como hociquitos levantados despectivamente hacia arriba que ventearan un aire impregnado de malos olores.
¡Pero narices con erisipela...! Un diplomático “comme il faut” no puede padecer de erisipela. Ni de halitosis, hongos -los únicos hongos apropiados para los diplomáticos son los champiñones-, pie de atleta, hemorroides, flato, alopecia seborréica, orzuelos, diarrea, conjuntivitis y culebrilla.
A los diplomáticos que se precien de tales no se les puede permitir, en conciencia, que sufran más que de esplín, estrés, “caffard” (contenido), gota, “surmenage” y fastidio.
Tienen, además, que saber envejecer con dignidad y no usar bisoñé cuando pierden el pelo –conservando las mañas-, sino lucir airosamente gallardas calvas pulidas, brillantes -como la de Albino Gómez o la de Fuad Boulaix, que fue ministro consejero en la embajada de Siria en Londres hace muchos años-, o distinguidas cabelleras plateadas, no teñidas color mesa de comedor.
El embajador español Enrique Pérez Hernández, que era un pragmático pero también un caballero, le vendió en una operación magistral al entonces presidente de Chile, Salvador Allende una importante partida de camiones españoles Pegaso. El mandatario y el embajador se tomaban en esos momentos unos “whiskies” y hablaban de Montaigne. Eso se llama estilo. Y ya se sabe, el estilo es el hombre.
La otra cara de la moneda: el norteamericano Paul Wolfowitz (ver foto), presidente del Banco Mundial, viajó recientemente a Turquía. Allí fue invitado a visitar la mezquita de Selimiya, en Estambul. Al descalzarse para entrar, según el ritual musulmán, se vio que… ¡tenía ambos calcetines agujereados y, al parecer, no muy limpios! Así fue retratado y las fotos dieron la vuelta al mundo.
Los calcetines, o el estado en que se encuentren, también tienen importancia.


© José Luis Alvarez Fermosel
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